Camino del Norte a pie: introducción
El Camino del Norte, también conocido como Camino de la Costa, es un itinerario jacobeo que recorre la cornisa cantábrica. Entra en la península Ibérica por Irún proveniente de Bayona (Francia) y cruza de este a oeste el País Vasco, Cantabria y Asturias para, una vez en Galicia, alejarse de la costa y dirigirse hacia el interior hasta llegar a Santiago.

Si el Camino Primitivo desde Oviedo fue el primer itinerario empleado para acudir a Compostela tras el descubrimiento del sepulcro del apóstol en el siglo IX, los caminos de la Costa siguiendo el litoral son también de los más antiguos, habiendo sido utilizados antes incluso que el Camino Francés, tanto por peregrinos entrados a la península cruzando el río Bidasoa como por viajeros desembarcados en cualquiera de los múltiples puertos del Cantábrico.
Con idea de recorrer a pie este Camino del Norte o de la Costa he llegado esta tarde a Irún. Una vez instalado en una pensión, ya que el albergue está cerrado a causa del Covid, me he acercado al Puente de Santiago sobre el Bidasoa, simbólico punto de inicio de este itinerario, y he caminado el par de kilómetros que lo separan del Ayuntamiento y el centro de Irún donde en pocas horas espero iniciar mi andadura, ¡qué nervios!

Camino del Norte a pie: día 1, de Irún a Orio (12/06/2021)
A las 6:00 de la mañana estoy preparado para iniciar este nuevo Camino en la puerta de una cafetería del centro de Irún que, teóricamente, debería abrir a esta hora, sólo para descubrir que los horarios que aparecen en Internet deben de estar mal y está cerrada a cal y canto. Así que doy una pequeña vuelta por Irún hasta que, preguntando a unos barrenderos, consigo encontrar por fin un bar abierto en el que desayunar. Con las pilas por fin cargadas me pongo en marcha para enseguida abandonar la ciudad y entrar en el término municipal de Hondarribia, aunque la ruta no llega a ir al centro de esta bonita población.
Una vez se deja atrás la zona urbana el paisaje empieza a ser típicamente vasco y aparecen los primeros caseríos.

Combinando senderos y carreteras rurales, a veces asfaltadas y a veces de tierra, se inicia una pequeña ascensión de unos 4 km hasta el Santuario de Guadalupe. Antes, a medio camino, se pasa por la ermita de Santiagotxo y a medida que subo puedo ver a mi espalda una preciosa panorámica de la bahía de Txinngudi con Irún y Hondarribia en un lado y Hendaya en el otro.

En este tramo me he encontrado con el primer peregrino: ha empezado en Irún como yo y es de Getafe. Conversamos brevemente junto al Santuario de Guadalupe y sigo mi camino. Desde aquí se inicia una larga travesía por una pista forestal por la ladera del monte Jaizkibel. El paisaje es muy bonito, avanzando constantemente entre bosques de robles, pinos y castaños.

La larga travesía por la sierra, siempre por el flanco sur, el del interior, termina con un brusco descenso por caminos pavimentados hasta alcanzar el nivel del mar en la ría de Pasaia en la que en una orilla está el pueblo de Pasai Donibane y enfrente, en la opuesta, Pasai San Pedro.

El primer núcleo al que llego, Pasai Donibane, es muy bonito, especialmente su pintoresca plaza de Santiago, donde se alza el ayuntamiento entre fachadas coloridas.

Una barca cruza la ría entre los dos núcleos y, ya en el otro lado, recorro Pasai San Pedro hasta encontrar un bar donde desayunar mi primer pincho de tortilla de este camino.

Desde Pasai San Pedro toca remontar por la vertiente contraria todo lo que antes he bajado para llegar al nivel de la ría. Se empieza con una subida rompedora hasta llegar a las cercanías del faro de la Plata y a partir de aquí la pendiente se suaviza y por un bonito sendero se recorre la ladera del monte Ulía que llega hasta prácticamente la ciudad de San Sebastián. En este caso el camino va por la vertiente del mar con lo cual tenemos vistas espectaculares de la costa.

En este tramo coincido con Calixte, un francés que lleva recorridos 1.500 km desde que salió de París hace un mes y medio. Cuando llegue a Santiago llevará andados… ¡2.300 km! Seguimos juntos la travesía del Monte Ulía hasta que por fin vemos Donostia a nuestros pies, adonde descendemos rápidamente.

Una vez en la ciudad bordeamos la playa de Zurriola hasta cruzar el río Urumea junto al Kursaal. Desde el puente el Camino de Santiago sigue recto hacia el ayuntamiento, pero nosotros nos desviamos momentáneamente a la derecha para entrar en el Casco Viejo y dar una rápida vuelta por sus calles.

Pasamos por la plaza de la Constitución y por las calles repletas de bares de los alrededores.

Porque nuestro objetivo no era sólo turístico sino gastronómico, y en uno de los muchísimos locales del Casco Viejo paramos a comer unos pintxos.

El Camino prosigue bordeando toda la bahía de la Concha hasta el final. Al pasar por la playa de Ondarreta nos separamos, ya que Calixte quiere bañarse en el mar, que ve por primera vez desde que empezó a andar hace un mes y medio. Yo continúo, aunque volveremos a coincidir en el albergue al final de la etapa.

Desde el extremo de la bahía de la Concha opuesto a por donde hemos llegado se abandona la ciudad ascendiendo el monte Igueldo a través de una combinación de senderos, calles de urbanizaciones y caminos rurales asfaltados. Una vez en lo alto se circula por una tranquila zona rural bordeando la montaña por el lado del mar durante varios kilómetros, casi todos por carreteritas asfaltadas. Los caseríos rodeados de verde con las vacas pastando hasta la orilla del mar crean una imagen idílica, aunque ahora hace mucho calor y con el cansancio acumulado se hace un poco duro.

Los últimos kilómetros antes de Orio se abandona el asfalto para recorrer algunos senderos mucho más interesantes, además de proporcionar un poco de sombra.

Poco antes de llegar a Orio paso los primeros viñedos de dónde se obtiene la materia prima para la elaboración del Txakolí. Una última rampa muy pronunciada me lleva a la ermita de San Martín desde donde se desciende a la población.

Y por fin llego a Orio, donde me alojo en el magnífico albergue San Martín, uno de los más emblemáticos de todo el Camino del Norte gracias a cómo se desviven Rosa y su sobrina por los peregrinos y “culpable” de que me haya “cascado” una etapa de más de 40 km el primer día para no perderme el dormir aquí. Ha valido la pena.

Balance del día: 44,6 km con 1.123 m de desnivel positivo acumulado
Camino del Norte a pie: día 2, de Orio a Mutriku (13/06/2021)
Salgo de Orio entre la niebla cruzando la ría por un puente para seguir caminando por el lado opuesto durante unos dos kilómetros en dirección a mar abierto. A partir de ahí el camino nos desvía por la izquierda y empieza a subir entre prados y caseríos. Desde aquí por una carretera rodeados de viñedos de txakoli se sube hasta Talaiberri para posteriormente descender a Zarautz.

En Zarautz se pasa por el centro de la población donde doy una vuelta rápida y paro a tomar un café. Además, busco una farmacia de guardia en la que comprar una pomada para golpes porque ayer al final del día resbalé en un sendero y caí de bruces, sin más consecuencias que unas rascadas en las dos rodillas, pero hoy en el tramo desde Orio he notado bastante dolor en una de ellas, supongo que del golpe. Así que he decidido tomarme con calma el resto del día y parar a menudo para ir observando cómo evoluciona.

Al salir de Zarautz, como viene siendo habitual, toca remontar por el otro lado lo que hemos bajado antes de llegar a la población. En este caso por la calzada de Santa Bárbara, una antigua calzada empedrada con fuerte pendiente que en cuanto abandona la ciudad atraviesa grandes extensiones de viñedos de txakoli hasta Eitzaga.
A partir de aquí el tramo entre Zarautz y Getaria es una sucesión de carreteritas asfaltadas a través de viñas y bodegas hasta que, en cuánto tocamos las primeras casas de Getaria el camino de nuevo nos aleja entre campos en dirección a Zumaia, sin llegar a entrar en la población.

Para salir de Getaria de nuevo se circula por un tramo de sendero antiguo empedrado antes de abordar por carretera un fuerte ascenso hasta el pequeño núcleo de Askizu, dominado por la enorme mole de la iglesia de San Martín. Desde aquí en un par de kilómetros se llega a Zumaia.

Llego a Zumaia envuelto en la niebla que afortunadamente sirve para apaciguar un poco el calor que hace. A pesar de la niebla no deja de ser un domingo de junio y las playas están llenas de gente. Al llegar al centro de Zumaia busco un bar donde picar algo, aunque no ha sido fácil. Es domingo y son las dos de la tarde en una población muy turística, así que todos los locales están abarrotados. Finalmente he encontrado un sitio y, tras comer unos pinchos, prosigo mi ruta.

Siempre subiendo y bajando y circulando mayoritariamente por zonas rurales con predominio de pastos para el ganado se recorren los diez kilómetros que separan Zumaia de Deba, pasando por un par de pequeños pueblos intermedios, Elorriaga e Itziar. A estas horas hace muchísimo calor y en uno de ellos paro a beber algo en un bar.

En Itziar coincido con Calixte, el francés con el que estuve ayer en San Sebastián, y juntos bajamos hasta Deba y tomamos un helado antes de proseguir los cuatro kilómetros de dura subida que nos quedan hasta el santuario del Calvario de Maia, cerca del cual está el albergue Izarbide al que vamos, en una antigua vaquería en medio del campo. La zona es conocida como Ibiri Auzoa y pertenece al municipio de Mutriku, aunque está completamente separada de esta localidad costera.
En el albergue me reencuentro con algunos de los peregrinos que estuvieron en el albergue de Orio la noche anterior, y juntos vemos un bonito atardecer entre las montañas de este precioso rincón de Euskadi.
Y del dolor de la rodilla… ni me he acordado en todo el día.

Balance del día: 38,9 km con 1.200 metros de desnivel positivo acumulado.
Camino del Norte a pie: día 3, de Mutriku a Markina-Xemein (14/06/2021)
Empiezo el día con tres preciosos kilómetros por senderos por el bosque, mayoritariamente encinares, solo interrumpidos por algún prado donde pasta el ganado. La zona que atravieso es el macizo de Arno y parece ser que su encinar es excepcional porque no es una especie que suela abundar en el clima cantábrico.

Así llego al pequeño núcleo de Olatz, formado por caseríos diseminados en un valle alrededor de la ermita de San Isidro. Es la quintaesencia del mundo rural tradicional vasco.

De Olatz se sale por una pista cementada que va recorriendo primero el fondo del valle junto a un riachuelo y donde la humedad es tremenda y hace muchísimo calor, para después empezar a remontar fuertemente serpenteando por la ladera del valle y salvando unos 300 metros de desnivel en apenas dos kilómetros.

El ascenso nos lleva a un collado donde hay un caserío llamado Gorostola. Aquí está el límite entre las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya y por eso en este caserío hubo antiguamente una aduana en la que se cobraban impuestos al paso de mercancías entre los dos territorios. Nuestra ruta prosigue ascendiendo aún un poco más por una pista forestal por la que atravesamos una sierra conocida como Jaungoikomendi o el Monte de Dios.

En este tramo me he encontrado con tres alemanes que habían estado la noche anterior en el albergue. Seguimos juntos por una sucesión de subidas y bajadas constantes por bosques y zonas de pastos y con el paso ocasional junto a algún caserío aislado. Pronto alcanzamos a dos chicos de Barcelona con los que he coincidido las dos últimas noches y mas adelante a otro de Madrid. Acabaremos llegando todos juntos a Markina-Xemein, después de este largo tramo de unos 20 kilómetros sin atravesar ninguna población, excepto el diminuto núcleo de Olatz, y sin posibilidad, por lo tanto, de “avituallamiento”.

Así que en cuanto entramos en la población, tras una primera parada a la sombra junto a la curiosa ermita hexagonal de San Miguel de Arretxinaga, que también tiene al lado una fuente, buscamos un bar donde beber y comer algo. A partir de aquí la mayoría continúan 7 kilómetros más hasta el monasterio de Ziortza, donde hay un albergue, pero yo me quedo aquí donde tengo ya una reserva hecha en otro. Probablemente nuestros caminos vuelvan a cruzarse mañana.

Balance del día: 21,4 km con 555 m de desnivel positivo acumulado.
Camino del Norte a pie: día 4, de Markina-Xemein a Pozueta (Muxika) (15/06/2021)
Los primeros 4 km del día seguimos un sendero paralelo al río Artibai y son planos y fáciles, probablemente el tramo más llano desde que salí de Irún. Además, aunque luego el sol apretaría, por el momento hace una temperatura muy agradable para caminar después de que por la noche ha llovido un poco y ha refrescado el ambiente.

A partir de Iruzubieta el camino se separa del curso del río y empieza a subir ligeramente entre pastos y caseríos aislados hasta Bolibar.

De este pueblo eran los antepasados de Simón Bolívar, conocido como el “Libertador de las Américas”, y en la que fue casa de su familia hay ahora un museo en su honor, además de un par de estatuas en diversos puntos de la población. Paso por la plaza principal del pueblo, a la que aquí no se le ha llamado plaza Mayor sino plaza de Simón Bolívar, y continúo mi camino.

A la salida de Bolibar, un kilómetro de sendero antiguo empedrado nos permite ascender hasta el monasterio de Ziortza. Es una colegiata fundada en el siglo X que continúa albergando en la actualidad una comunidad de monjes cistercienses. Ya desde el siglo XIV dispuso de un hospital de peregrinos donde acoger a los que se desplazaban a Santiago por el Camino de la Costa, y de forma mas o menos continuada, dependiendo de los avatares de la historia, mantuvo su función durante siglos, hasta que en 1953 fue destruido por un incendio. En los últimos años ha sido rehabilitado y ahora es posible alojarse aquí de nuevo.

Pasado el monasterio, 4 km preciosos mayoritariamente por bosques me llevan hasta Munitibar donde busco un bar en el que parar a desayunar.

Una subida por una pista asfaltada que va uniendo caseríos aislados me lleva de Munitibar hasta la pequeña ermita de Santiago. Una hora después, siempre a través de este precioso entorno rural, llego a Olabe donde paro a tomar un café. Al llegar había un par de peregrinos extranjeros y un paisano tremendamente insistente tratando de convencernos a todos de que cogiéramos un atajo, porque con este calor no valía la pena la subida que nos viene ahora y “se puede llegar al siguiente pueblo por otra carretera” que él amablemente nos indica. El hombre, aunque bienintencionado, es tan insistente que en cuanto ha empezado a hablar conmigo los otros dos peregrinos han aprovechado que quedaban libres para levantarse y marcharse…

Sin seguir sus consejos, por un bonito tramo de bosque enclavado, como toda esta zona, en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, llego a Elexalde con su enorme iglesia de San Pedro.

Poco después una pista de tierra en zigzag sube fuertemente, aunque no es un ascenso excesivamente largo, hasta llegar a Marmiz, un pueblo situado en un alto. Creo que este es el tramo que quería evitarnos el hombre del bar por el “atajo” que nos traía directamente por la carretera hasta aquí. En todo caso ha valido la pena y no tenía mayor dificultad que tantos otros que subimos en cada etapa de este Camino.

Unos kilómetros más casi siempre por pistas forestales y se llega a la enorme iglesia de Ajangiz, ya enfrente de Gernika de la que distan solo un par de kilómetros. Desciendo y sobre las tres llego a esta emblemática población, símbolo de los fueros y libertades de Euskadi, donde lo primero que hago es buscar un sitio donde comer algo.

El Camino de Santiago pasa por alguno de los puntos más interesantes de la población como la plaza de los Fueros en la que está el ayuntamiento y el museo de la Paz, la iglesia de Santa María y la Casa de Juntas, en cuyo jardín está el tronco del viejo roble de Gernika, donde los señores y reyes juraban respetar los fueros de Vizcaya. Desde aquí se bordea el parque de los pueblos de Europa y nos alejamos de la ciudad.

Enseguida encuentro un fuerte ascenso por el bosque hasta que unos cinco kilómetros después, en una zona de pastos ganaderos y caseríos aislados llego al albergue del Caserío Pozueta, donde coincido con muchos de los peregrinos con los que he estado ya los días anteriores y en el que la acogida de la familia que lo lleva ha sido fabulosa.

Balance del día: 36,4 km con 1.004 m de desnivel positivo acumulado.
Camino del Norte a pie: día 5, de Pozueta (Muxika) a Bilbao (16/06/2021)
Día de transición en el que poco a poco van quedando atrás las verdes colinas del interior rural de Euskadi para retomar mañana la costa en Cantabria y, entre medio de esos dos mundos, la zona urbana e industrial del Gran Bilbao.
Pero vayamos por partes. Ha llovido durante la noche y cuando nos ponemos en marcha caen todavía algunas gotas escasas. Los primeros diez kilómetros del día aún atravesamos mayoritariamente zonas forestales por pistas y senderos y algún tramo de asfalto. Voy con Juan y Samuel, dos catalanes con los que coincido desde el primer día, y a ratos se nos unirá también un peregrino guipuzcoano al que no apetece mucho cruzar Bilbao, las típicas rivalidades entre vecinos…

Pasamos un par de pequeños núcleos de población y en uno un poco mayor, Larrabetzu, encontramos el primer bar de la etapa y paramos a desayunar. Aquí volvemos a ver a muchos de los que han salido del albergue antes que nosotros.

Entre Larrabetzu, Lezama y Zamudio ya empieza a notarse la cercanía de la gran ciudad y el Camino avanza varios kilómetros por el lateral de una carretera entre zonas urbanas e industriales anodinas. Curiosamente en Zamudio acabo atravesando el mismo polígono donde hace menos de un año, en agosto de 2020, recogí con mis hijos Blanca y Pol las bicicletas para empezar desde Bilbao el Camino Olvidado a Santiago. En aquel momento ni siquiera sabía que el Camino del Norte pasaba por aquí y aún menos sospechaba que lo estaría haciendo a pie unos meses después.

Cuando parecía que este sería el panorama hasta Bilbao, la ruta vuelve a internarse en la montaña por caminos de tierra. Ascendemos por una antigua ruta de comunicación entre Zamudio y Bilbao, la calzada de los Zamudianos, hasta el monte Iturritxualde para desde allí descender a la capital vizcaína que ya vemos a nuestro pies.

El Camino de Santiago entra en Bilbao por la Basílica de Begoña, patrona de la ciudad, para posteriormente descender hacia el Casco Viejo, al que se accede por las escaleras de la plaza Unamuno, y de ahí a la Catedral. Aquí buscamos un sitio donde comer antes de dirigirnos a nuestro alojamiento en un hostal cercano.

Por la tarde una vuelta rápida por la ciudad, en la que empieza a llover intensamente. El día no ha sido solo de transición entre el interior de Euskadi y la costa de Cantabria, a la que iré mañana, sino que todo apunta a que será también un día de cambio entre el calor de las cuatro jornadas anteriores y las lluvias previstas para las próximas. Veremos que me depara el Camino, pero eso ya será otro día…

Balance del día: 27,1 km y 645 m de desnivel positivo acumulado.
Camino del Norte a pie: día 6, de Bilbao a Castro Urdiales (17/06/2021)
Entre Bilbao y Portugalete hay dos opciones. La más tradicional y oficial da un largo rodeo por poblaciones industriales sin un excesivo encanto de la margen izquierda del Nervión y, para evitarlas, hay una alternativa señalizada que sigue la margen derecha de la ría hasta Getxo para desde allí cruzar a Portugalete, en la orilla opuesta. No es una alternativa maravillosa, ya que pasa por zonas industriales y además el paisaje que se contempla es el del otro lado del Nervión, con abundancia de fábricas abandonadas y en estado decadente, pero al menos es 7,5 km más corta que el itinerario tradicional y totalmente llana. Es la que elijo yo ya que, puestos a pasar por zonas degradadas y faltas de encanto, cuanto más corto y más rápido se supere, mejor.
Para ello me pongo en marcha muy temprano, cuando la ciudad aún duerme, para desde la catedral enfilar hacia el ayuntamiento y empezar a seguir los paseos que se van sucediendo a la orilla del Nervión.

Enseguida cruzo por delante del Museo Guggenheim y del nuevo San Mamés, el estadio del Atlhletic Club, y, tras pasar por la zona de Deusto, dejo atrás el área urbana de la ciudad.

Se pasa por algunas zonas residenciales y por otras industriales de municipios como Lutxana y Erandio, pero se avanza rápido y a las 9 de la mañana estoy en Getxo junto al puente colgante conocido como Puente de Vizcaya con el que voy a cruzar al otro lado de la ría.

Este puente tiene la particularidad de ser un transbordador para personas y vehículos, mediante una cesta colgante en la que se embarcan y que se desplaza de una ribera a la otra colgada por cables de la estructura del puente. Fue el primero de este tipo en ser construido en el mundo, a finales del siglo XIX, y es uno de los ocho que aún quedan en funcionamiento. Está declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Y con él cruzo al otro lado y ya estoy en Portugalete donde paro a tomar un café.

Para ascender de la parte baja de Portugalete, donde me ha dejado el puente colgante, hasta la zona alta, hay, curiosamente, tramos de rampas mecánicas, ¡así da gusto! Lástima que no duran mucho, y una vez cruzada la ciudad, se inicia un larguísimo bidegorri o carril-bici (con carril peatonal incorporado) que seguiremos durante 11 kilómetros hasta la playa de La Arena, la primera vez que me acercaré al mar desde que pasé por Deba hace cuatro días.

A las 11 llego a la playa de La Arena después de haber caminado 27 km. Según la previsión sobre esta hora debía empezar a llover, y este ha sido uno de los motivos para madrugar tanto, intentar avanzar lo más posible antes de que lloviera. De momento el cielo está completamente tapado pero, aunque por el camino de vez en cuando ha caído una ligera llovizna, todavía aguanta. Paro en la primera cafetería que veo frente al mar y encuentro a tres peregrinos franceses, un suizo y un israelí con los que había coincidido en los dos días anteriores. Ellos han tomado entre Bilbao y Portugalete una tercera alternativa que no es ni la tradicional más larga ni la de la ría que he seguido yo, la suya ha sido coger el metro hasta Portugalete… y por tanto llevan andados la mitad de kilómetros que yo.

Después de comerme un pincho de tortilla continúo cruzando las dunas y la propia playa a través de pasarelas y llego a la cercana Pobeña. Desde aquí, subiendo un tramo de escaleras muy empinado se enlaza con una vía verde, un antiguo ferrocarril minero reconvertido ahora en sendero que circula al borde del mar durante los próximos 6 kilómetros. Hasta los años 70 del siglo pasado este ferrocarril trasladaba el mineral de las minas de la zona a los cargaderos situados en los acantilados de Pobeña y de Ontón, donde se embarcaba hacia Gran Bretaña.

Durante el recorrido por la vía verde se puede divisar en la distancia, casi tapado por la niebla, Castro Urdiales, mi destino de hoy. Ahora ya llueve constantemente, aunque por el momento de forma ligera. La vía verde termina en las ruinas de las instalaciones de carga de El Piquillo, donde antaño se cargaban barcos y ahora pastan las cabras.

Desde aquí dejamos la costa para entrar unos cientos de metros tierra adentro hasta alcanzar Ontón, el primer pueblo de Cantabria.
En el centro de Ontón una marca amarilla en el pavimento nos presenta dos alternativas que gráficamente han bautizado como “Castro long way” y “Castro short way”, dando la primera un mayor rodeo por la montaña. Yo, que llevo ya 34 km hoy, tomo sin dudar el short way. Esta opción sigue durante 5 kilómetros el arcén, a veces muy escaso, de la carretera N634 y, ahora que ya está lloviendo fuerte, no es demasiado agradable. Por fin, al llegar al pueblo de Mioño dejo la carretera para tomar un último tramo de otra vía verde que me deja en el barrio Brazomar de Castro Urdiales.

Desde aquí aún quedan dos o tres kilómetros hasta el bonito centro histórico de Castro donde llego sobre las tres de la tarde completamente empapado. Por el momento el resto del día ha seguido lloviendo intermitentemente, veremos mañana…

Balance del día: 42,9 km con 506 m de desnivel positivo acumulado.
Camino del Norte a pie: día 7, de Castro Urdiales a Santoña (18/06/2021)
Nada más dejar atrás el bullicio de Castro Urdiales se remonta por una carreterita asfaltada que nos aleja un poco de la costa y nos sumerge en una zona más rural. Por pistas y siguiendo en paralelo el curso de la autovía A8 se llega hasta Cérdigo. Por el momento el cielo está mayoritariamente despejado y hace sol, ni rastro de la lluvia de ayer, aunque la previsión es que de nuevo empiece a partir de mediodía.

Entre Cérdigo e Islares se pasa por un precioso tramo costero atravesando un encinar. Aquí me encuentro a Fred, un norteamericano con el que llevo coincidiendo desde hace varios días. Es un empresario californiano que viene dos veces al año a España a hacer Caminos de Santiago y el que estamos siguiendo, el del Norte, lo hace por segunda vez.
Al salir del encinar se continúa por un tramo igual de espectacular, por prados verdes donde pasta el ganado sobre los acantilados rocosos.

Pasado Islares se continúa durante unos kilómetros por el arcén de la carretera N634 bordeando la playa de Oriñón donde a estas horas de la mañana los únicos ocupantes son un grupo de surfistas.

La carretera sigue el curso de la ría de Oriñón y su zona de marismas en la desembocadura del río Agüera. Un par de kilómetros más río arriba y llego a El Pontarrón de Guriezo donde paro a tomar un café.

A partir de aquí hay un par de alternativas y yo elijo la más habitual que es seguir durante 6 kilómetros la misma carretera por la que veníamos. El recorrido bordea el monte Candina hasta llegar a un alto y a partir de ahí se empieza a bajar. En el descenso hay señalizado un desvío a un mirador situado a unos 200 metros de la carretera. Desde allí se ve una panorámica del Valle de Liendo, que hay que atravesar a continuación.

Desciendo y al llegar a Liendo las flechas me llevan por pequeños caminos de nuevo hacia la costa, alejándome por fin de la nacional. La señalización es un poco confusa con muchas flechas en direcciones contradictorias pero al final subiendo por un camino que lleva hasta el aparcamiento de la pequeña playa de San Julián encuentro la senda correcta.

El sendero es precioso, circulando por encima de los acantilados con bonitas vistas tanto de la playa que acabamos de dejar atrás como más adelante de los municipios de Laredo y Santoña a los que me he de dirigir. Después la senda se convierte en un camino que entre pastos verdes que llegan al borde del acantilado desciende hasta la Puebla Vieja de Laredo, el nombre con el que se conoce la zona antigua de la localidad.

En Laredo paro a comer unos pinchos en uno de los muchos bares que hay en las calles de la Puebla Vieja.

Laredo está situada en una especie de península de forma triangular acabada en una punta, al otro lado de la cual está Santoña. El lado norte de la península, el que da mar abierto, es un largo arenal de casi cinco kilómetros de longitud que he de recorrer hasta llegar al extremo, bautizado gráficamente como El Puntal. Así que empiezo recorriendo esa larga playa de La Salvé, primero por el paseo marítimo y luego caminando por la propia arena. No hacía un calor excesivo pero a medio recorrido he parado a bañarme. El agua fría le ha ido muy bien a mis fatigados pies, tanto que durante un rato he seguido recorriendo descalzo por la orilla del agua la larguísima playa.

Y al final, en El Puntal, tomo la barca de pasaje que me cruza a Santoña donde acabaré la etapa de hoy. He coincidido en la travesía con Fred, el californiano, y con un bicigrino de Sevilla, el primer ciclista con el que me encuentro en este camino.

Santoña es un importante puerto pesquero conocido por sus anchoas, así que no podía irme sin probarlas, junto a un queso picón, uno de los más populares de Cantabria.
Sobre las siete de la tarde ha empezado a llover, retrasándose afortunadamente varias horas respecto a la previsión. Hoy me he librado…

Balance del día: 34,3 km con 498 m de desnivel positivo acumulado.
Camino del Norte a pie: día 8, de Santoña a Santander (19/06/2021)
En los kilómetros iniciales de la etapa la ruta va por la arena de la playa como en el final de la anterior. La primera que hay que cruzar es la playa de Berria, prácticamente solitaria a primera hora de la mañana.

Al final de la playa se asciende a la colina de El Brusco, que la separa de la siguiente. Parece un montículo sin importancia pero hay que ascender a 80 metros de altitud por senderos embarrados por las lluvias de la noche anterior y con una frondosa vegetación de helechos y arbustos que complican el avance. Una vez arriba hay una buena panorámica de la playa de Berria a un lado y la de Trengandín, a la que hay que descender, en el otro.

Y precisamente en la playa de Trengandín, en un punto en el que había que cruzar un riachuelo que desemboca en la playa me he encontrado con Fred, el californiano. Al intentar cruzar el riachuelo por unas piedras había caído y se había mojado todo, teniéndose que cambiar completamente de ropa. Yo, visto lo visto, me descalzo y cruzo por el agua. Luego seguimos hasta el final de la playa frente al pueblo de Noja, donde paramos en un bar a desayunar.

Desde Noja se sale por todo un laberinto de carreteras y caminos que unen zonas rurales y residenciales en un tipo de urbanización algo caótica. Son zonas que están en la transición entre un pasado rural y un nuevo desarrollo urbanístico sin mucho acierto y una estética bastante cuestionable. Una pena…
Unos kilómetros después paso por la enorme iglesia de San Pedro de Castillo.

A partir de aquí la cosa mejora y se vuelve realmente más rural, sin tanta urbanización, probablemente porque nos alejamos de la costa. Hay incluso un tramo donde el camino va por en medio de un campo de maíz. Paso por San Miguel de Meruelo, otra población con una enorme iglesia de un estilo similar a la anterior, y por una pista cruzo el puente medieval de Solorga. Aquí se inicia la subida a Bareyo, un pueblo situado en un alto que exige un pequeño esfuerzo en una etapa mayoritariamente plana. Desde el pueblo todavía se sube un poco más hasta el verdadero alto, en el que hay un camping, y a partir de aquí se baja ya hasta Güemes, donde paro a comer un bocadillo.
Tras el descanso, 4 km de carretera me llevan hasta Galizano donde al pasar por su iglesia veo que están saliendo de celebrar una boda de alto copete con hombres vestidos con chaqué y mujeres con vestidos largos, y yo por en medio totalmente fuera de lugar intentando hacer una foto de la iglesia…

Desde aquí la ruta vuelve a acercarse al mar en la playa de Galizano, donde se inicia uno de los tramos más espectaculares desde que empecé este camino. Por un sendero sobre los acantilados se va resiguiendo la costa durante unos seis kilómetros, con vistas fabulosas.
A los que nacimos en el Mediterráneo, como cantaba Serrat, nunca deja de sorprendernos ver como los pastos verdes llegan hasta el borde del mar y como hay ganado y granjas ahí, sobre los acantilados.

El sendero pasa sobre las bonitas playas de Langre.

Y si es sorprendente que haya prados hasta el mar, aún me ha parecido más curioso que hubiera campos sembrados de maíz hasta el borde del acantilado rocoso.

La preciosa y larga travesía por los acantilados acaba al principio de una playa llamada Los Tranquilos que hay que cruzar por la arena. Luego un sendero sube y baja una zona de dunas con vegetación y llego a la playa de Loredo que también sigo por la propia arena. No deja de ser extraño ir a Santiago andando por la playa…

De playa en playa llego a Somo donde ya caminando por las calles del pueblo, entre escuelas de surf y otros negocios playeros, me dirijo al embarcadero de las “pedreñeras”, las barcas que hacen la travesía de la bahía de Santander entre Somo y la ciudad pasando por Pedreña. En el ferry he coincidido con una peregrina francesa en bicicleta que también había salido esta mañana de Santoña.

Ya desembarcado en Santander, el camino pasa por la catedral y el centro de la ciudad, donde termino otra larga etapa.

Balance del día: 39,6 km con 480 m de desnivel positivo acumulado (el total de kilómetros recorridos no incluyen los aproximadamente 5 km que se hacen en barco, los 39,6 son los que he andado)
Camino del Norte a pie: día 9, de Santander a Santillana del Mar (20/06/2021)
Una etapa difícil de explicar ya que podría decirse que no tiene nada destacable hasta llegar al final en Santillana del Mar. No es que el recorrido no sea bonito pero tampoco es espectacular y después de todo lo visto hasta ahora las expectativas son muy elevadas… Y por si fuera poco la jornada es prácticamente toda ella por asfalto, lo que no ayuda a hacerla interesante.
Después de una larga travesía urbana, cuando a los cinco kilómetros del inicio dejaba el termino municipal de la capital cántabra para entrar en Peñacastillo, ha empezado a llover. Afortunadamente era una lluvia ligera e intermitente que de momento no era un problema serio. La ruta continúa avanzando a través de zonas muy urbanizadas y sin demasiado encanto.

Al pasar por Boo de Piélagos veo que están jugando una partida de bolos contra el Laredo. El bolo cántabro es un deporte importante, el segundo que más dinero mueve en la región, solo superado por el futbol. De hecho el “estadio” donde están jugando, la bolera, es una instalación permanente con gradas y todo. Más tarde al cruzar otro pueblo vería otra partida similar, al ser domingo por la mañana supongo que es el día habitual de las competiciones.
Poco después hay un tramo que rompe la rutina de asfalto del día y nos lleva por un pequeño bosque en el que han instalado un cartel con la distancia restante a Santiago. Posteriormente se anda durante 700 metros por la orilla del río Pas.

Pronto llego a Arce por donde se cruza el río Pas por el llamado Puente Viejo, construido en el siglo XVI. Pero antes, junto al puente, paro a desayunar mi habitual pincho de tortilla. Antes de parar estaba empezando a llover fuerte pero cuando me he puesto en marcha 20 minutos después ya había dejado de llover y a partir de entonces el resto del día ha lucido el sol.

De hecho, una hora después he vuelto a parar a tomar un café en un pueblo llamado Mar y unos lugareños me han asegurado que mientras una montaña concreta que teníamos enfrente tuviera la cima despejada de nubes significaba que no llovería. Y así ha sido en las horas siguientes.
Poco antes de esa parada en Mar había pasado por el único tramo de sendero de toda la jornada, a través de un robledal primero y de unos prados después.

Los siguientes kilómetros están marcados por el paso por la gran factoría de Solvay en Torrelavega, que rodeamos por dos de sus lados. No es la imagen que uno espera encontrar en un Caminos de Santiago pero no deja de ser un sitio histórico (tiene más de 100 años ya que se inauguró en 1908), es una de las mayores plantas químicas de España fuera de los grandes polos como Tarragona o Huelva, y es parte inseparable del paisaje de la zona.

Los siguientes kilómetros, alejándonos de la factoría, son los más bonitos del día, con un paisaje mucho menos urbanizado y más natural.

Al final, aunque efectivamente es una jornada con 99% de asfalto, no ha sido tan pesado como a priori parecía. La mayoría del recorrido se hace por aceras o por carriles peatonales especialmente preparados junto a las carreteras y prácticamente no hay ningún tramo por carreteras importantes con tráfico.

Y el colofón de la jornada es Santillana del Mar, villa fundada en la Edad Media alrededor del Monasterio de Santa Juliana y sin duda uno de los conjuntos históricos mejor conservados de toda España.

No es solo que sea más o menos bonita o tenga más o menos importancia histórico-artística, creo que lo mejor de Santillana es la forma impecable en que se conserva, sin prácticamente ningún elemento fuera de lugar que afee el conjunto. Si la etapa parecía algo anodina, el final lo compensa con creces.

Balance del día: 38,2 km con 426 m de desnivel positivo acumulado.
Camino del Norte a pie: día 10, de Santillana del Mar a San Vicente de la Barquera (21/06/2021)
Dejo atrás las calles empedradas de Santillana del Mar para recorrer por carreteras locales sin apenas tráfico los primeros 9 km del día hasta Cigüenza. Se pasan algunos pequeños pueblos y las enormes iglesias de San Pedro de Oreña, aislada en lo alto de un cerro, y San Martín de Tours. El paisaje es típicamente rural, con prados y vacas pastando, y poco urbanizado. En Cigüenza hay algunas casas antiguas blasonadas.

Después paso por Cóbreces, dominado por la enorme iglesia neogótica de San Pedro Ad Vincula de un estilo totalmente diferente a las habituales de la zona y junto a la cual paro a descansar un rato. Han caído algunas gotas en algún momento pero ahora hace calor. De hecho el tiempo cambiaría constantemente el resto del día hasta acabar lloviendo fuerte poco antes del final de la etapa.

Pasado Cóbreces se deja brevemente el asfalto para circular durante un par de kilómetros por una pista forestal atravesando un bosque. Lástima que pronto se vuelve al asfalto cuando la pista desemboca en una carretera local que me lleva hasta Tramalón donde hay una pequeña ermita dedicada a Santiago.

Desde aquí se desciende hasta un núcleo llamado La Iglesia, parte del municipio de Ruiloba, y que efectivamente tiene un enorme templo en su centro.

Como en las dos etapas anteriores prácticamente todo el día se circula por asfalto, a veces por andaderos paralelos a la carretera y otras por el arcén en vías locales sin tráfico. Por una de éstas llego a Concha, una aldea diminuta con una calle Mayor con casas pintorescas con sus balcones de madera tradicionales.

Sobre las 12:30 entro en Comillas, villa señorial gracias al mecenazgo del primer Marqués de Comillas que a finales del siglo XIX sufragó la construcción de varios edificios modernistas, contratando para ello a los más importantes arquitectos catalanes de la época como Gaudí y Domenec i Montaner. En el centro de la población paro en un bar a comer.

Antes de abandonar la villa se pasa junto a algunos de los edificios más famosos como el palacio de Sobrellano y su capilla-panteón adyacente o la sede de la universidad.

Salgo de Comillas y pocos kilómetros después siguiendo un andadero paralelo a una carretera cruzo por un puente la ría de la Rabia. La zona que se atraviesa a continuación forma parte del Parque Natural de Oyambre, una zona costera de marismas, playas y dunas que se extiende entre esta ría y la de San Vicente.

Los últimos kilómetros del día voy bordeando las playas de Oyambre, Gerra y Merón, frecuentadas por surfistas. El tiempo empeora y llueve fuerte durante la última media hora antes de llegar al destino.

Y por fin entro en San Vicente de la Barquera. Si en este camino en tres ocasiones desde Irún ha habido que tomar una barca para cruzar rías (en Pasai, en Laredo y en la bahía de Santander), aquí, a pesar del topónimo, no hace falta navegar ya que desde el siglo XV se construyó el larguísimo puente de la Maza para cruzar la ría de San Vicente. Y, como entonces, atravesándolo llego a esta localidad en la que terminaré la etapa en un nuevo albergue de peregrinos inaugurado hace apenas una semana.
Porque en Cantabria, en general, el tema albergues no está demasiado bien resuelto y es de agradecer que haya personas que tengan el arrojo de lanzarse a abrir uno en una localidad emblemática en la que hasta ahora no había y lo haga además como albergue “de donativo”, es decir que cada peregrino paga lo que considera. Puro espíritu del Camino, ¡gracias Erika y mucha suerte en esta aventura!

Balance del día: 36,8 km con 633 m de desnivel positivo acumulado.
Camino del Norte a pie: día 11, de San Vicente de la Barquera a Llanes (22/06/2021)
Desde la salida de San Vicente de la Barquera el Camino del Norte coincide con otras indicaciones, flechas de color rojo y el símbolo de una cruz del mismo color. Se trata del Camino Lebaniego que se inicia aquí y lleva al Monasterio de Santo Toribio de Liébana donde, según la tradición cristiana, se venera el que se supone que es el mayor fragmento de la cruz de Cristo. Además desde dicho monasterio, enclavado en los Picos de Europa, también está señalizado como Camino de Santiago la continuación hacia el sur para enlazar con el Camino Francés en Mansilla de las Mulas, provincia de León. Por tanto es posible enlazar el Camino del Norte en el que estoy con el Francés a través de los Picos de Europa, siendo probablemente el Camino de Santiago más duro y montañero de todos los de la Península Ibérica. Deberes pendientes…

Pero ahora estoy siguiendo el Camino del Norte y desde que he salido del albergue llueve y así se mantendría todo el día. Poco después encuentro un cruce con dos alternativas, una de ellas por carretera y otra señalizada como “atajo por camino ganadero” que además de ser por pistas es un par de kilómetros más corta. Sin dudarlo tomo ésta y entre pastos llego a Serdio.

Pasado este pueblo una indicación marca el punto en el que se separan definitivamente el Camino Lebaniego y el del Norte y poco después llego a Pesués donde, junto al puente que cruza la ría de Tina Menor paro a tomar un café. Luego un par de kilómetros más y se llega a Unquera, el último pueblo de Cantabria, aunque antes aún da tiempo de recorrer un sendero embarrado que va paralelo a la vía del tren.

En Unquera cruzo el puente sobre el río Deva cantando a pleno pulmón “Asturias patria querida” y así de eufórico por avanzar un poco más hacía la meta entro en el Principado. Asturias me recibe con una primera subida impresionante de aproximadamente 1,7 km continuos de ascenso. Marcando territorio, que nadie crea que esto va a ser fácil. Enseguida el río Deva queda abajo en la distancia. En ese momento la lluvia había remitido un poco y con el pantalón y la chaqueta impermeables, que por muy buenos que sean nunca transpiran del todo bien, he sudado de lo lindo en esta larga rampa.

Ahora llueve realmente fuerte mientras por pistas, senderos y algún tramo de asfalto paso algunos pequeños pueblos hasta llegar a Pendueles donde busco un lugar para comer.
Decido parar en un bar que está junto a un albergue y es de los mismos propietarios y ha resultado que solo hacen comida mexicana. Ya estaba instalado así que ¡ándele!… mi primera comida en un pueblo perdido de Asturias ha consistido en unos tacos de pollo con una coronita. Un poco surrealista pero de momento el cachopo tendrá que esperar.
Precisamente en ese bar, un lugareño que parecía conocer el tema porque otros se han dirigido a él para preguntarle ha dicho que “toda la tarde agua” pero que a partir de mañana se acabó la lluvia. Veremos…

Después de comer empieza el tramo más bonito del día. El itinerario desciende hasta la cercanía de la playa de Vidiago y desde ahí sigue por la denominada Senda Costera. Realmente sólo se acerca al mar en un punto pero va relativamente cerca de la costa y de los acantilados, y de ahí el nombre. Empieza circulando por caminos que atraviesan una zona de pastos ganaderos.

Y cuando se acerca al mar es en la zona se los Bufones de Arenillas. Se trata de rocas calizas en las que hay una serie de fisuras naturales donde por acción de las mareas y el oleaje se producen chorros de agua a propulsión con un efecto parecido a un géiser además de un sonido característico, cómo un bufido, de donde les viene el nombre de “bufones”.

El camino continúa por un bosque en la ribera del río Purón, que hay que cruzar por un puente de madera, y acaba en un pequeño pueblo llamado Andrín. Han sido casi 10 kilómetros por caminos y senderos, hacía muchos días que no había un tramo tan largo sin asfalto.

Desde el pueblo, ahora ya por una carretera local, se asciende al mirador de la Boriza desde el que se ven las playas de Andrín y de Ballota y, a lo lejos entre la cortina de agua, Llanes, hacia donde me dirijo.

Sobre las seis llego por fin a Llanes agotado. Cuarenta kilómetros recorridos andando bajo la lluvia durante siete horas y media ha sido bastante duro. Espero que el paisano del bar mexicano de Pendueles acierte y mañana no haya agua…

Balance del día: 40,8 km con 697 de desnivel positivo acumulado.
Puedes leer la continuación entre Llanes y Santiago de Compostela aquí.