Dejo atrás el Monasterio de Poblet, y en poco menos de tres kilómetros, entre viñedos, almendros y olivos, llego a L’Espluga de Francolí, donde paro a tomar un café. Es la única posibilidad de avituallamiento hasta Vallbona de las Monges, casi al final de la etapa. A la salida de la población se pasa por su bodega cooperativa modernista, conocida como la Catedral del Vino, obra de 1913 del arquitecto Lluís Domènech i Montaner, el mismo que erigió, entre muchas otras obras, el Palau de la Música Catalana, en Barcelona. Se considera el primer caso en toda España de encargo de construcción de una bodega a un arquitecto de prestigio, inaugurando una moda que ha perdurado hasta nuestros días.

Tras L’Espluga hay un tramo de carretera por el que se salvan las vías del AVE y la autopista AP-2, para inmediatamente después dejar el asfalto y tomar una pista agrícola que va serpenteando entre viñedos y plantaciones de cereal.

Las siguientes dos horas voy atravesando este paisaje de colinas onduladas en el que, además de viña y cereal, abundan los olivos. Además, en esta época del año, la flor rabiosamente amarilla de los campos de colza pone una preciosa nota de color en el paisaje. El entorno es muy bonito.

Desde que inicié esta ruta en Santes Creus coincido a menudo con la señalización propia de los Caminos de Santiago. Se trata del Camino de Tarragona que, con inicio en esa ciudad y pasando por los tres monasterios cistercienses, se dirige a Bellpuig, donde enlaza con el Camino Catalán que proviene de Montserrat para proseguir hacia Lleida y Zaragoza. El recorrido no es exactamente el mismo, porque los criterios a la hora de señalizar un GR o un Camino de Santiago son diferentes, pero coinciden en muchos tramos.

Más adelante, el terreno progresivamente se hace más agreste y boscoso, y las zonas cultivadas van desapareciendo. A la vez empieza a incrementarse la pendiente, ya que estoy adentrándome en la sierra del Tallat, que he de cruzar.

El ascenso es progresivo, hasta que en el último kilómetro se abandona la pista para tomar un sendero con fuerte pendiente. Aún así, el ascenso es corto, y enseguida corono el Cap del Coll, un collado donde hay un parque eólico. Desde el alto hay una buena vista de la Conca de Barberà, la comarca que estoy dejando atrás, y, al otro lado, las sierras que atravesé ayer.

El ascenso no ha terminado en el collado, sino que se sigue subiendo ligeramente por el cordal de la montaña por una pista que lleva en dirección a los aerogeneradores, hasta que un kilómetro después, pasando cerca de algunos de los modernos molinos, se cruza definitivamente hacia la ladera contraria de la montaña y se inicia el descenso, adentrándome en la comarca del Urgell, en la provincia de Lleida.

A medida que bajo, siempre por pistas, vuelvo a encontrar la misma combinación que en el ascenso de masas boscosas intercaladas con pequeñas llanuras cultivadas de cereal. Unos kilómetros después llego a la primera población, Montblanquet, un núcleo rural de apenas cuatro casas y sin ningún tipo de servicio, bar o tienda. Aprovecho para parar a comerme una manzana que llevaba.

Al dejar atrás Montblanquet hay un pequeño tramo de subida hasta un montículo sobre el que hay una antena, pero enseguida, una vez superado, prosigue la tónica general de descenso hacia Vallbona de les Monges, donde llego aproximadamente una hora después. Por el camino paso algunos olivares preciosos.

El monasterio de Santa María de Vallbona es el más pequeño de los tres de la Ruta del Císter, pero tiene dos características únicas: es el único femenino, de monjas cistercienses, y el único que ha mantenido la actividad religiosa ininterrumpidamente desde su fundación en el siglo XII. Además no se levanta aislado como los otros dos sino que está integrado en el casco urbano del municipio.

Aquí me separo definitivamente de las marcas del Camino de Santiago, que continúa rumbo norte hacia Lleida. La Ruta del Císter, en cambio, inicia el regreso hacia Santes Creus. Habitualmente se toma Vallbona como fin de la segunda etapa, pero por motivos de disponibilidad de alojamientos, yo he preferido alargar la etapa cinco kilómetros hasta Rocallaura, y hacer cinco menos mañana.

Salgo, por lo tanto, de Vallbona, e inicio un ascenso que, en menos de un par de kilómetros, me deja en el Collado de L’Olla. Desde aquí curiosamente no se desciende, sino que se continúa subiendo unos tres kilómetros más hasta prácticamente llegar al núcleo de Rocallaura. Poco antes de alcanzar esta población, me desvío del GR a la derecha por una pista asfaltada que lleva hasta el antiguo balneario de Rocallaura, ahora abandonado, ya que a quinientos metros de él se levanta un nuevo Hotel Balneario, única posibilidad de alojamiento disponible en la zona. Aquí termino mi etapa.

Balance del día: 37,4 km y 1.125 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí.