2023_Camino Vasco del Interior en BTT

Camino Vasco del Interior en BTT: introducción

El Camino Vasco del Interior atraviesa las provincias vascas de Guipúzcoa y Álava para enlazar Irún, en la costa cantábrica, con el Camino Francés. A partir de la localidad de Estavillo (Álava) se bifurca en dos ramales, uno que lleva a Santo Domingo de la Calzada y otro a la ciudad de Burgos. Es uno de los diversos caminos que unen el Camino del Norte, o de la Costa, con el Francés, y su origen se remonta a la antigua calzada romana que ya se empleaba, siglos antes de la aparición de las peregrinaciones jacobeas, para comunicar el Cantábrico con el interior de la península. Como tantas otras rutas, fue más o menos usada en función de las vicisitudes de la historia, viviendo su momento de mayor esplendor entre los siglos XII y XIV, especialmente en los períodos en que las guerras entre el Reino de Navarra y Francia provocaban que las travesías de los Pirineos por Roncesvalles o por Somport fueran poco seguras. Finalmente cayó en desuso, en paralelo a la consolidación del Camino Francés, y así permaneció hasta su recuperación en la época moderna a partir, aproximadamente, de 2005.

Además de Camino Vasco del Interior, esta ruta también es conocida como Vía de Bayona, en referencia a la ciudad vasco-francesa de la que procede, antes de entrar en la península tras el cruce del río Bidasoa en Irún, Camino del Túnel de San Adrián, por la denominación del ancestral paso natural que permite salvar la Sierra de Aizkorri y que supone el mayor obstáculo de la ruta, o, simplemente, Camino del Interior.

Para acabarlo de complicar, algunas webs utilizan el nombre de Camino de Bayona cuando se refieren a la ruta entre la ciudad francesa y Burgos, mientras que denominan Camino del Interior Vasco-Riojano al recorrido entre Irún y Santo Domingo de la Calzada, lo cual parece algo absurdo ya que hablamos de exactamente el mismo itinerario que se bifurca al final para enlazar con el Francés en dos puntos diferentes. De todas formas, parece que el nombre que va imponiéndose y que tiende a emplearse con mayor frecuencia es el de Camino Vasco del Interior.

Con idea de recorrer este Camino en bicicleta de montaña entre Bayona y Burgos, he llegado hoy a la ciudad francesa. Además de la ruta hacia Irún, que permite proseguir por el Camino Vasco del Interior o por el costero Camino del Norte, en Bayona se inicia otro Camino de Santiago, el del Baztán, que, cruzando el Pirineo por el puerto de Otsondo y recorriendo el precioso valle navarro que le da nombre, se dirige hacia Pamplona, donde conecta con el Camino Francés. Esta quedará para una futura ocasión, esta vez doy una vuelta rápida a la ciudad, ceno, y a descansar para iniciar mañana el Camino Vasco del Interior.

Día 1, de Bayona a Irún (18/08/2023)

El camino se inicia en la catedral de Santa María de Bayona, en cuya fachada una placa recuerda que este templo está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, como uno de los monumentos de los “Caminos de Santiago de Compostela en Francia”. Desde ahí, callejeando por el precioso casco antiguo de la ciudad, llegó enseguida a las orillas del río Nive con sus fachadas coloreadas. Es el mismo río que pasa por Saint-Jean-Pied-de-Port, el punto principal de inicio del Camino Francés, situado a poco más de 50 kilómetros de aquí.

Abandono el casco urbano por un antiguo camino de sirga que, durante un par de kilómetros, resigue la orilla del Nive. Aquí encuentro los primeros peregrinos a pie, que con la vieira colgando de la mochila confirman que estoy siguiendo una ruta jacobea. Un cartel junto al río indica los tres Caminos de Santiago que parten de aquí: el que se dirige a Irún, que seguiré yo, la Vía del Baztan hacia Pamplona y un tercero hacia Saint-Jean-Pied-de-Port que permite enlazar con el Camino Francés.

Tras dos kilómetros siguiendo el río, un fuerte ascenso, aunque breve, me aleja de la orilla para atravesar una zona residencial de las afueras de Bayona. Luego desciendo y entro en el término de Anglet. Los siguientes kilómetros van encadenando zonas residenciales pertenecientes a Anglet, Arcangues y Biarritz, aunque no se pasa por el centro de ninguna de estas poblaciones sino que la trama urbana entre unas y otras es prácticamente continua. Así voy avanzando hacia el mar. Siempre por asfalto llego finalmente a los alrededores de Bidart, desde donde se divisa por primera vez el océano.

Como curiosidad, en Francia no se utilizan apenas las flechas amarillas con pintura para señalizar los Caminos de Santiago. El marcaje es muchísimo más discreto y generalmente se hace con pequeños adhesivos. Además de ser pequeños, no abundan demasiado, nada que ver con la profusión de flechas que hay a menudo en algunos caminos españoles. El marcaje acaba siendo tan discreto que a veces, desde la bicicleta, cuesta de localizar.

Uno de los tramos más bonitos del día ha sido el sendero litoral sobre los acantilados de Bidart. Al pasar por la Chapelle de Sainte Madeleine hay una magnífica vista de la costa, divisándose Irún a lo lejos. También se aprecia claramente el monte Jaizkibel, la primera sierra que hay que superar cuando se parte de Irún por el Camino del Norte, y el cabo de Higuer, donde los Pirineos llegan al mar, y donde se inicia (o finaliza) el GR11, la travesía transpirenaica. Junto a la ermita hay un monumento dedicado a la declaración universal de los derechos del hombre.

Sigo circulando por el sendero litoral y ya veo a mis pies las playas de Bidart, repletas de bañistas y de surfistas en esta calurosa mañana de agosto. Pasado Bidart, la ruta oficial se aleja de la costa para irse hacia el interior, atravesando zonas más rurales, hasta rencontrarse con el mar en San Juan de Luz. Hay una alternativa “no oficial” que resigue la costa hasta San Juan de Luz pasando por Guéthary, pero yo esta vez tomo el camino oficial. Como toda la etapa la ruta sigue mayoritariamente carreteritas asfaltadas, pero también hay un momento en que cojo una de las pocas pistas de tierra de todo la jornada.

La ruta es un sube y baja constante por carreteras asfaltadas que finalmente terminan desembocando en un carril bici que avanza paralelo al río Nivelle, descendiendo hasta entrar en el casco urbano de San Juan de Luz, donde paro a tomar un café.

En San Juan de Luz el camino continúa siguiendo el curso del Nivelle hasta las proximidades del puerto, pero como en otras localidades costeras de esta etapa, no se llega a pasar por el centro de la población. Cruzando el río por un puente entro en el núcleo de Ciboure. La señalización aquí es confusa y probablemente he dado alguna vuelta de más, pero poco a poco consigo ascender por sus calles y de nuevo me alejo del mar para dirigirme hacia el interior.

Durante algunos kilómetros circulo cómodamente por un carril-bici paralelo a la carretera D810, excepto en un corto tramo en el que la señalización me aparta momentáneamente del carril-bici para pasar junto a un pequeño castillo, el Château d’Urtubie, de los siglos XIV y XVIII.

Luego llegó al núcleo de Urrugne con sus bonitas casas de arquitectura tradicional vasca. Aquí compro un sándwich, un yogurt y una bebida en una tienda para comérmelos a la sombra en un banco de su plaza mayor.

Sigo siempre por zona rurales subiendo y bajando verdes colinas en las que se emplazan bonitos caseríos. Como todo el día predomina el asfalto, pero poco antes de llegar a Hendaya hay un tramo de sendero totalmente cubierto por la maleza y por el que prácticamente no se puede pasar. Son apenas 100 o 200 metros en subida en los que hay que arrastrar la bici. Al llegar arriba el sendero desemboca en una pista que me lleva hasta un alto en el que hay una antena y donde ya tengo Hendaya a mis pies.

Ya solo queda descender al casco urbano de Hendaya y recorrer los pocos metros que quedan hasta el puente de Santiago por el que, cruzando el río Bidasoa, entro en Irún, donde finalizo la etapa.

Balance del día: 46,7 km y 495 m de desnivel positivo acumulado.

Y aquí el enlace al track en Wikiloc.

Día 2, de Irún a Beasain (19/08/2023)

En el centro de Irún, a pocos metros de la plaza del ayuntamiento, un cartel en la calle Mayor marca el punto en el que se bifurcan el camino de la costa, más conocido como el del norte, y el del interior. Siguiendo la segunda opción, empiezo a ascender por las calles de la ciudad. Pronto abandono la urbe por una pista que me lleva a través de un bonito bosque.

En medio del monte, un par de kilómetros después de la división de los dos caminos, un nuevo cartel avisa a los despistados de que si pretenden seguir el camino de la costa, por aquí no es, ¿Qué historia tendrá el cartel detrás? ¿cuantos, queriendo dirigirse por la costa hacia San Sebastián, habrán acabado caminando hacia el interior sin saberlo para que alguien haya considerado necesario poner aquí este aviso?

Desde este punto se inicia una travesía espectacular por un bosque, mayoritariamente por senderos pedregosos con algunas zonas de barro, un primer aviso de lo que me encontraría más adelante. En algunos tramos de fuerte pendiente toca arrastrar la bici.

Unos tres kilómetros después paso por un caserío con ovejas y con manzanos para hacer sidra. Eran los primeros que veía, pero luego se repetiría en todas las casas de campo por las que paso durante el día, cada una tiene unos cuantos manzanos para elaborarse su propia sidra, como se ve habitualmente en el campo asturiano.

Pasado el caserío desemboco en una carretera local, que pronto abandono por una pista cementada que va ascendiendo fuertemente entre zonas de pastos, campos sembrados y bosques. Al llegar a un pequeño alto desciendo y entro en el pequeño núcleo de Gurutze. Un par de kilómetros más por una pista bajando y subiendo me dejan en Elizalde.

Elizalde es la capital del municipio de Oiartzun y tiene una bonita plaza Mayor en la que paro a tomar un café. A la salida paso por un antiguo lavadero público.

Tras cruzar el barrio de Iturriotz, muy próximo a Elizalde, de nuevo estoy inmerso en el mundo rural. Poco después no puedo seguir la ruta marcada porque hay obras en un puente sobre el riachuelo Txalaka y no se puede cruzar, obligándome a improvisar un rodeo hasta que un par de kilómetros más adelante vuelvo a enlazar con el track original. El paisaje siguen siendo colinas verdes con pastos, bosques y caseríos aislados. Es precioso, aunque son apenas las diez de la mañana y hace un calor infernal.

Tras recuperar el camino oficial, llego a un pequeño alto. A partir de aquí empieza un descenso por un campo de hierba. No se puede negar que la etapa es muy variada, tiene de todo… Cruzado el campo se sigue por una pista forestal, con bastantes zonas de barro, que circula a través de un bonito bosque.

Poco después se inicia un ascenso entre prados por una pista cubierta de hierba hacia unos caseríos situados en lo alto de una loma. Me ha parecido un lugar espectacular. Solo por este momento ya vale la pena todo el esfuerzo de la etapa.

El camino sigue subiendo y bajando constantemente, enlazando pistas y senderos que en ocasiones se complican a causa del barro. Hay que arrastrar la bici más de una vez. Aún así, el entorno es precioso. Después de una subida complicada por un sendero pedregoso paso junto a una casa rural tras la que se inicia un nuevo descenso por una pista que luego se convierte en un sendero resbaladizo por el barro.

Tras la enésima subida llego al Bar Borda Berri, casi un oasis entre tanta colina verde y tanto bosque, y paro a desayunar.

Repuestas las fuerzas tocaba afrontar la subida a Santiagomendi, la más fuerte del día y, visto lo visto, me esperaba lo peor. Sin embargo, no ha sido para tanto, aunque es un ascenso duro por senderos y pistas embarradas como los que había encontrado hasta entonces, éstos eran ligeramente mejores, más ciclables, y se podía avanzar un poco más rápido. El ascenso termina en la cima del monte Santiagomendi, donde hay una ermita y un pequeño albergue. Lo mejor del lugar es la vista que tiene, divisándose San Sebastián y la costa guipuzcoana. Hay indicios de que este lugar ya estaba poblado en la edad del bronce, 1000 años antes de Cristo.

Desde la ermita, un descenso rapidísimo y con bastante pendiente por pistas cementadas y asfaltadas me llevan volando hasta el fondo del valle, a la población de Astigarraga, y un par de kilómetros de continuo urbano me dejan en el casco viejo de Hernani, donde paro a comer.

Hernani se propone habitualmente como fin de la primera etapa para los que empiezan en Irún el camino del Interior a pie. Pues bien, esta etapa, Irún-Hernani, de unos 25 km, se ha convertido para mí en una de las 10 mejores de todos los caminos de Santiago que conozco. Es, en pocas palabras, espectacular. Eso si, ni siquiera a pie debe ser fácil, y la prueba es que hay 850 metros de desnivel positivo. Ya sé que cualquier clasificación es subjetiva, pero la etapa lo merece. Y eso que hoy hacía muchísimo calor, con 10 o 15 grados menos de temperatura quizá la hubiera puesto entre las tres mejores…

Los siguientes kilómetros cambian completamente lo vivido en la primera parte del día. Ahora se circula por el fondo del valle y, aunque estemos rodeados de montañas, el camino no tiene apenas desnivel. Se atraviesan zonas muy industrializadas, casi siempre por carriles bici o por otras vías asfaltadas, esquivando polígonos industriales, vías de tren y autopistas, y pasando rápido por poblaciones como Urnieta, Andoain o Anoeta. A partir de Andoain se sigue el curso del río Oria, que nos acompaña hasta el final de la etapa.

Y así llegó a Tolosa, bonita población con un importante núcleo medieval, pero donde yo solo pienso en beber algo fresco porque el calor aprieta de lo lindo, aunque una brisa constante lo hace más llevadero.

Los últimos veinte kilómetros del día siguen prácticamente siempre un bidegorri, un carril-bici. Bidegorri significa literalmente “camino rojo”, en referencia al color que se emplea habitualmente en su pavimento, aunque hoy el 90% de las veces eran de color negro. Aunque lo traduzcamos como “carril-bici”, generalmente los bidegorris están destinados tanto a bicicletas como a peatones, y, aunque se hace monótono, hoy han sido una bendición después de la dureza de la primera parte de la etapa.

Y así de “cómodamente” llego finalmente a Beasain donde finalizo una jornada más.

Balance del día: 70,6 km y 1.209 m de desnivel positivo acumulado.

Y aquí el enlace al track en Wikiloc.

Día 3, de Beasain a Vitoria (20/08/2023)

Se sale de Beasain remontando fuertemente, primero por un sendero y después por una pista. Se ascienden unos 150 metros en el primer kilómetro o kilómetro y medio. La cosa se suaviza al llegar a las cercanías de una explotación ganadera y, a partir de ahí, serpenteo entre colinas verdes salpicadas de caseríos aislados.

En uno de esos caseríos por los que paso se dedican a la cría de ovejas y a la producción de queso Idiazabal. Estoy en la zona de elaboración de este conocido queso de oveja para el que se utiliza exclusivamente leche de dos razas autóctonas, latxa y carranzana. Precisamente a Idiazabal es a donde me dirijo.

Poco antes de la población se circula por algún tramo de auténtica calzada medieval, con parte del empedrado original, bastante incomodo para circular en bici. Al final hay un descenso vertiginoso por una especie de escalones de piedra en los que tengo que bajar a pie para no romperme la crisma.

En Idiazabal paro a desayunar esperando degustar el famoso queso y resulta que solo hacen bocadillos “de jamón o de chorizo”. En fin, me he quedado sin probarlo…

Un fuerte repecho a la salida de Idiazabal remontando por una carretera me permite tener una vista de la población desde lo alto, y al fondo las montañas por las que he venido desde Beasain. Una vez arriba, un par de kilómetros entre colinas y llego a la siguiente población, Segura.

Segura fue fundada en el siglo XIII por el rey castellano Alfonso X el Sabio como ciudad amurallada para proteger el Camino de Santiago, que no solo era una ruta de peregrinación sino que era una vía principal de comunicación entre Castilla y el resto de Europa. De su importancia histórica conserva diversas casas señoriales.

Tras Segura recupero el bidegorri junto al río Oria por el que circulé tantos kilómetros ayer. Aquí, cerca de su nacimiento en la sierra de Aizkorri, el río es apenas un riachuelo, nada que ver con el caudal que tenía al pasar por Beasain, Tolosa o Andoain.

En tres kilómetros cómodos y fáciles llego a Zegama, población que alberga cada año una de las carreras de montaña más populares del mundo, la Zegama-Aizkorri. Y es esa misma sierra de Aizkorri por donde transcurre la carrera donde tengo que ascender yo, la subida más dura de este Camino, unos 800 metros de desnivel en 8 kilómetros.

Poco después de pasar el pueblo empieza el duro ascenso. Al principio combina tramos de sendero y tramos de pista cementada. En algunos momentos la pendiente es muy fuerte y de vez en cuando acabo bajando de la bici y subiendo a pie. Tras un par de kilómetros de pista cementada paso por un caserío llamado “Buenabista” cuyo nombre no puede estar mejor elegido, tiene una vista espectacular…

Justo pasado este caserío se abandona la pista cementada para iniciar una de tierra y piedras con una pendiente brutal. Aquí he de subir arrastrando la bici durante casi un kilómetro. A partir de aquí se acaban las pistas y durante algunos kilómetros todo el recorrido es por senderos. El ambiente es precioso, pero la subida es durísima y hay muchísimos tramos en los que acabo caminando.

Hoy, desde que he salido por la mañana, el cielo estaba cubierto de nubes, por lo que hace algo menos calor que los días pasados. Aún así, hay muchísima humedad y se suda muchísimo. A medida que asciendo esas nubes que cubrían el cielo se transforman en niebla.

Durante el ascenso nos hemos adelantado el uno al otro un par de veces con una chica que iba de excursión a pie, haciendo parte del recorrido de la Zegama-Aizkorri, la carrera de montaña. Una de las veces que nos hemos cruzado se ha ofrecido a hacerme una foto y nos hemos puesto a hablar, y ha resultado ser del mismo pueblo en el que yo vivo… ¡el mundo es un pañuelo!

En los últimos dos kilómetros antes de llegar arriba se combinan los senderos con algunos tramos de pista relativamente más fáciles que permiten recuperarse un poco y pedalear, por fin, un tramo continuo.

Paso por la ermita del Sancti Espiritu que, estratégicamente situada, fue un hospital de peregrinos en la Edad Media. Desde aquí, cuando la niebla en algunos momentos se levanta, hay una vista espectacular y, no muy lejos, se divisa ya el Túnel de San Adrián, el paso natural a través de la roca que se aprovecha desde tiempos inmemoriales para cruzar esta sierra, hacia el que me dirijo.

El último tramo por una antigua calzada empedrada se ha de ascender arrastrando la bici, pero finalmente entro en el túnel por la puerta de la pequeña muralla que protegía el acceso y permitía controlar esta importante vía de comunicación. Dentro hay también una pequeña ermita.

Una vez cruzados los 55 metros de longitud del túnel, por el otro lado el ascenso continua por los restos de una calzada medieval. Hay muchos tramos de calzada que conservan claramente partes del pavimento de piedras, interesante de ver pero muy complicado para circular en bicicleta. Lentamente voy avanzando.

El recorrido, a través de un hayedo espectacular, es precioso. Cuando parece que lo he visto todo, en cada curva aparece un tramo más bonito todavía. Un bosque mágico.

Cuando no me quedaba ni un gramo más de fuerzas llego por fin al Collado de Portugaina, el punto más alto del recorrido con sus 1.143 metros de altitud, y frontera histórica entre Guipúzcoa y Álava. Aunque no hay ningún cartel que señalice el collado, se ve claramente que la subida ha terminado y empieza la bajada. Mi bici y yo estamos reventados.

El descenso empieza por un terreno similar al del ascenso, con mucha piedra de la antigua calzada que dificulta bajar, pero aún así es mucho más cómodo… porque es bajada. Poco a poco va mejorando y finalmente el sendero desemboca en una pista lisa por la que se baja rapidísimamente hasta que conecta con una carretera asfaltada, por la que solo hay que dejarse caer kilómetros y kilómetros sin hacer ningún esfuerzo.

En el primer pueblo de Álava al que llego, Zalduondo, no hay ningún bar, pero al menos puedo recargar de agua en una fuente, porque estoy deshidratado. A partir de aquí recorro rápidamente los seis kilómetros que quedan hasta Salvatierra. Son íntegramente por una carretera local y prácticamente planos porque por algo la comarca en la que he entrado es conocida como la Llanada Alavesa. En cuanto llego, pido algo de comer y una jarra helada de cerveza.

Y es que el cruce de la Sierra de Aizkorri no ha supuesto solo un cambio “administrativo” de una provincia a otra, es mucho más. He pasado de las montañas y el verde a inmensas llanuras agrícolas que recuerdan a los páramos de la Meseta. Hasta la arquitectura de los pueblos parece diferente. Otro mundo.

Así que, como en la etapa de ayer, la tarde es completamente diferente a la mañana. Entre Zalduondo, el primer pueblo tras descender del collado, y Vitoria, el destino de hoy, son 35 kilómetros casi llanos que se hacen muy rápidos por pistas agrícolas y algún tramo de carretera.

Y finalmente entro en Vitoria, muy cansado pero encantado de la grandísima etapa que he hecho. Si ayer decía que el tramo entre Irún y Hernani se merecía estar entre las 10 etapas mas bonitas de los Caminos de Santiago que conozco, indudablemente el tramo Zegama-Salvatierra, que es la etapa que típicamente se hace a pie, entra igualmente en ese hipotético (y subjetivo) ranking, probablemente en una de las tres primeras posiciones.

Balance del día: 70,6 km y 1.441 m de desnivel positivo acumulado.

Y aquí el enlace al track en Wikiloc.

Día 4, de Vitoria a Briviesca (21/08/2023)

Lo bueno de madrugar y ponerse en marcha bien temprano en una gran ciudad es que la tienes toda para ti. Esa agradable sensación de ir circulando con la bici mientras en las calles del casco viejo solo hay los vehículos de limpieza, los que han madrugado para ir a trabajar y andan apretando el paso y algún borracho rezagado… hasta que en una calle desierta un coche de la policía municipal se acerca y te dice “va usted en contradirección con la bicicleta”. Y yo que sé, agente, yo iba siguiendo el Camino de Santiago…

Me han mirado como un marciano, pero he aprovechado para preguntar dónde había un bar abierto para desayunar a esas horas y me han informado muy amablemente.

Los primeros kilómetros a la salida de Vitoria se circula por una carretera paralela a la autovía, hasta que pasado Gometxa se empieza a subir suavemente por una pista agrícola. El ruido del tráfico va quedando atrás y el entorno es mucho más tranquilo.

Aunque continuo en la comarca de la Llanada Alavesa y el terreno sigue estando dominado por grandes extensiones agrícolas, poco a poco se va haciendo más ondulado a medida que voy acercándome a las montañas que cierran la llanura al fondo.

A partir de Subijana de Álava, donde he parado a tomar un café, empieza un ascenso por una pista a través de un bosque de pinos y robles que me lleva en un par de kilómetros a un alto, el Portillo de San Miguel.

El Portillo marca el límite con el enclave de Treviño, un territorio perteneciente a la provincia de Burgos, y por lo tanto a Castilla y León, pero rodeado completamente por territorio de Álava. Una de esas curiosidades que ha creado la historia. Desde el alto se desciende por un sendero espectacular, bastante pedregoso, a través de un bosque precioso.

El primer núcleo de Burgos al que llego tras el largo descenso es Villanueva de la Oca. Desde aquí el paisaje vuelven a ser grandes llanuras de secano. Por una carretera local entre sembrados llego a la Puebla de Arganzón, donde paro a desayunar.

Cuatro kilómetros en suave ascenso por una carretera local me llevan hasta Burguete y desde ahí tomo una pista agrícola que entre campos de cereales remonta suavemente hasta un pequeño alto. Aquí abandono el enclave de Treviño y entro de nuevo en el País Vasco, en la provincia de Álava. En cuanto desciendo del alto llego a Estavillo, donde el Camino Vasco del Interior se bifurca en dos ramales: o dirección Santo Domingo de la Calzada o dirección Burgos. La primera permite conectar antes con el Camino Francés, a apenas 45 kilómetros de aquí. La segunda, la que yo tomo, suponen aún 100 kilómetros hasta enlazar con el Francés en Burgos.

Ya en la variante elegida, paso por Armiñón y cruzo el río Zadorra por su puente medieval. A partir de aquí sigo circulando por pistas agrícolas y carreteras locales entre campos, muchos de ellos de girasol. Por una de esas carreteras bordeo un enorme parque solar, realmente gigantesco, tanto que el Camino de Santiago ha cambiado de trazado para rodearlo, ya que antes pasaba por en medio de donde ahora están las placas solares, y la etapa se ha alargado en un kilómetro.

Pasado el parque llego a Rivaguda, el último pueblo de Álava que atravesaré en este Camino, ya que poco después salgo por segunda vez hoy del País Vasco para entrar, de nuevo, en la provincia de Burgos.

Enseguida entro en Miranda de Ebro y en cuando llego al centro de la ciudad paro a comerme un pincho de tortilla.

Cruzando el Ebro salgo de Miranda para seguir con la misma tónica de carreteras asfaltadas y pistas agrícolas a través de campos de cultivo, pero a medida que avanzo voy acercándome cada vez más a las montañas. Se trata de los montes Obarenes, parte de la cordillera Cantábrica y uno de los obstáculos a salvar para pasar del valle alto del Ebro, donde está Miranda, a la meseta.

Al llegar a Ameyugo el paisaje cambia claramente y ya se hace más montañoso.

La travesía de los montes Obarenes ha sido facilitada históricamente por la existencia del desfiladero de Pancorbo, un cañón excavado en el murallón rocoso por el río Oroncillo. La calzada romana que unía Burdeos con Astorga pasaba por aquí y, desde entonces hasta nuestros días, su importancia estratégica ha continuado inalterada, y prueba de ello es que por el desfiladero pasan la carretera N-I, la vía del tren convencional y la más moderna autopista AP-1, y pasará, según está proyectada, la futura vía del tren de alta velocidad.

Pero aunque parezca mentira todavía queda espacio entre tanta infraestructura para el sendero por el que lo recorre el camino de Santiago, ajeno a todo lo demás.

A la entrada del cañón lo primero que encuentro es la ermita de la Virgen del Camino. Luego sigo por un sendero, siempre en ascenso, durante poco más de un kilómetro, hasta el pueblo de Pancorbo.

En Pancorbo, el pueblo en el otro extremo del desfiladero, nos recibe a la entrada su iglesia dedicada, como no podía ser de otra forma, a Santiago. Como tantos pueblos nacidos a la vera de un camino, su disposición es estrecha y alargada, uno de esos pueblos que parece que tengan una sola calle.

Desde Pancorbo quedan 23 kilómetros hasta el final de la etapa, en los que hay que cruzar la comarca burgalesa de La Bureba. Esta comarca es una llanura intermedia entre el valle del Ebro y la Meseta y la recorro mayoritariamente por pistas agrícolas entre campos de cereales y de girasol.

Los únicos pueblos intermedios son Zuñeda, Grisaleña y Cameno, pero un domingo de agosto a las tres de la tarde no se ve ni un alma en sus calles. El calor y tres pequeños altos “sin nombre” que hay que superar son las únicas dificultades, pero se avanza rápido, y al menos en cada pueblo puedo refrescarme en su fuente y recargar agua.

Y así llego a Briviesca, capital de la comarca de La Bureba y final de esta etapa. Tiene un centro histórico con un conjunto monumental relevante con varias iglesias, un convento y diversas casas-palacio.

Balance del día: 84,7 km y 1.158 m de desnivel positivo acumulado.

Y aquí el enlace al track en Wikiloc.

Día 5, de Briviesca a Burgos (22/08/2023)

Los primeros veinte kilómetros del día continúo el recorrido por la comarca de La Bureba y se puede resumir con una frase que ya he empleado varias veces en los dos últimos días: por pistas agrícolas y carreteras locales voy circulando entre campos de cereal y de girasol. Poco más se puede añadir, salvo que cruzo algunos pueblos sin ningún servicio y con más nombre que casas: Prádanos de Bureba, Castil de Peones, Revillagodos, Quintanavides y Santa Olalla de Bureba.

Mientras avanzo, a mi izquierda tengo unas montañas con una fila de aerogeneradores. Son los Montes de Oca, que cierran la comarca de La Bureba por el sur y que son uno de los obstáculos a atravesar en el Camino Francés antes de llegar a Burgos. Pienso en que probablemente habrá ahora unas decenas de peregrinos por ahí mientras aquí, desde que salí de Irún, me he cruzado solo con tres, dos de ellos esta misma mañana (si que vi muchos el primer día entre Bayona e Irún, pero la opción mayoritaria es continuar por el Camino de la Costa y no por el del Interior).

Así llego a Monasterio de Rodilla donde resulta que no hay ningún monasterio, sino que el que da nombre al pueblo desapareció hace muchos siglos. A la salida de la población, un kilómetros después, se pasa por la ermita de Nuestra Señora del Valle, que fue iglesia del antiguo monasterio y único vestigio que queda en pie.

A partir de aquí se inicia el ascenso hasta el Alto de la Brújula, de unos 1.000 metros de altitud, último obstáculo para alcanzar la Meseta Central. La subida es breve y progresiva, por lo que en un momento estoy en el alto. Empiezo a descender por una pista a través de un pinar y llego al área de servicios La Brújula de la N-I, que el Camino de Santiago rodea por detrás. Es un lugar algo decadente, que debió tener mucha vida pero que desde que la nacional se reparte el tráfico con la autopista ha caído totalmente en declive. Hay un hostal-restaurante abandonado, una gasolinera abandonada, un café abandonado, un “club” con letras de neón rojas, desconozco si abandonado o no, y un solo bar que permanece abierto. Es el único bar posible en casi 40 kilómetros, así que paro a desayunar.

Pasada el área de servicios se sigue subiendo hasta pasar por un parque eólico. Finalmente se desciende por un pinar hasta que el terreno se hace más llano y el paisaje indica claramente que he llegado a la Meseta.

Los siguientes 18 kilómetros son de rectas interminables por ese ecosistema estepario característico del páramo castellano. Un nuevo cambio en un Camino de Santiago que sorprende por la enorme variedad de paisajes en los poco más de 300 kilómetros que hay entre Bayona y Burgos. En la pista hay, de vez en cuando, carteles que recuerdan que por aquí pasaba una vía romana, e incluso se pasa por algún miliario, las piedras cilíndricas que hacían de mojones indicadores en las calzadas romanas.

La “estepa” acaba bruscamente cuando, tras cruzar por un puente las vías del AVE y la autopista, entro en Villímar, un barrio perteneciente a la ciudad de Burgos. Desde aquí quedan aún siete kilómetros de travesía urbana hasta llegar a la plaza de la Catedral. Primero cruzando el barrio de Gamonal, donde me junto con el Camino Francés, y luego atravesando ya la parte moderna de la ciudad hasta entrar en el centro histórico.

Un último esfuerzo y llego frente a la catedral de Burgos, donde doy por finalizado este espectacular camino, ¡Ultreia y buen camino!

Si has llegado hasta aquí y quieres seguir hasta Santiago de Compostela y Fisterra, puedes continuar leyendo mi crónica de la etapa Burgos-Frómista del Camino Francés aquí.

Balance del día: 50,2 km y 405 m de desnivel positivo acumulado.

Total del Camino Vasco del Interior Bayona-Burgos: 322,8 km y 4.708 m de desnivel positivo acumulado.

Y aquí el enlace al track en Wikiloc.

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