Camino Portugués Central en BTT: día 11, de Ponte de Lima a Pontevedra (23/10/23)

Salgo bajo la lluvia, un día más, para cruzar los más de 300 metros del puente romano-medieval que da nombre a Ponte de Lima. Al otro lado tomo un sendero que va paralelo a un riachuelo, sin casi espacio para pasar con la bici.

En los siguientes kilómetros voy cruzando un territorio en el que sigue predominando la viña para la producción de los Vinhos Verdes, mientras voy acercándome a una zona más montañosa.

Enseguida empieza un ascenso, al principio suave, y el paisaje va cambiando. Desaparecen los cultivos y empiezo a cruzar zonas boscosas. Porque, como en todos los Caminos de Santiago, para llegar a Galicia hay montañas que cruzar y, para ello, he de subir el Alto da Portela Grande de Labruja.

Hay un primer tramo precioso de ascenso por un bosque, siguiendo el río Labruja, que me lleva hasta la aldea de Codeçal, donde en una pequeña tienda-bar junto a la ermita de Nossa Senhora das Neves paro a tomar un café. Por el momento sigue lloviendo.

Desde aquí hay un par de kilómetros por una pista asfaltada donde la pendiente es relativamente suave. El paisaje es muy bonito. Este tramo me lleva a un último grupo de casas, y cuando lo atravieso empieza un sendero con pendientes muy fuertes. Hay algún tramo pedregoso no ciclable, pero poco a poco voy ganando altura.

Al final el sendero desemboca en una pista por la que todavía queda ascenso, pero se hace un poco más llevadero. Aunque no dura mucho, pronto se deja la pista por un nuevo tramo de sendero, el más complicado de todos, y donde hay que arrastrar la bici unos 100 metros al inicio y otros 200 al final, que es la parte más dura.

Cansado y embarrado llego al Alto da Portela Grande de Labruja. Ahora la lluvia ha parado y aparentemente, hacia el lado que hay que bajar, hace más sol. Un cruce de caminos y un extraño monumento hecho con troncos es la única indicación de haber llegado al alto, pero indudablemente a partir de aquí ya no se puede subir más y empieza el descenso. Al contrario que en otros caminos, subir a un puerto no significa entrar en Galicia, porque aquí la frontera natural la marca el río Miño, para el que faltan poco más de veinte kilómetros.

Desciendo por bonitos senderos y continúo circulando por los últimos kilómetros en tierras portuguesas de este camino. Predominan los senderos y tramos de pista, y hay bastante barro.

Finalmente llego a Valença do Minho, última población portuguesa, y, sin subir a la fortaleza que la preside en lo alto, encaro el puente internacional metálico que cruza el Miño. Mientras lo hago, pienso en el fabuloso país que acabo de cruzar en toda su extensión, de sur a norte, y en los preciosos paisajes del Alentejo y Ribatejo que he tenido ocasión de transitar. Y si más al norte ha habido tramos menos interesantes paisajísticamente, a cambio disponen de un patrimonio espectacular en ciudades como Tomar, Coimbra, Porto, Barcelos, Ponte de Lima… Sin duda, volveré.

Y al otro lado, ¡Galicia! En Tui, la primera población a la que se llega tras cruzar el Miño, entro siguiendo las flechas en la parte antigua, situada en alto, buscando un lugar donde comer algo. Eran las tres de la tarde y, aunque originalmente iba a parar mucho antes, había aguantado hasta entrar en Galicia porque soñaba con una tortilla de patatas… Pero no veo ningún sitio que me entusiasme, solo restaurantes muy turísticos, y decido tirar un poco más a ver que encuentro más adelante.

Sigo por tramos de carretera y de pistas a través de bonitos bosques, hasta que finalmente paro a comer en Ribadelouro, siete kilómetros después. Pero no tenían tortilla, así que el “antojo” tendrá que esperar. Continúo por zonas boscosas y más adelante cruzo el pequeño río San Simón por el Ponte das Febres, de origen medieval, enclavado en un entorno idílico.

Pero como no todo puede ser bonito, poco después toca la travesía del gran polígono industrial de Porriño que, junto al cruce por el propio municipio, supone en total varios kilómetros de zonas para olvidar. En realidad puede evitarse, porque hay señalizada una ruta alternativa que da un rodeo por la montaña, alejándose del polígono, pero era muy tarde y no podía alargar el recorrido.

Pasado Porriño paso por el mojón que indica el kilómetro 100 delante de una extraña pared hecha con neumáticos, y poco después por Mos, con su pazo de los Marqueses y su iglesia.

Desde aquí se inicia un nuevo ascenso a un alto, de forma progresiva y combinando tramos de asfalto con otros de pista. Mientras subía ha empezado a llover, al principio de forma suave. Una vez arriba paso por la capilla de Santiaguiño y un miliario romano, y empiezo, ahora con lluvia más intensa, un largo descenso de seis kilómetros hasta Redondela. Mientras bajaba, a mi izquierda y entre los árboles veo el mar, por primera vez desde que salí de Faro. La parte que contemplo es el extremo interior de la ría de Vigo.

En Redondela es donde el Camino Portugués de la Costa, que se inició a la salida de Oporto, vuelve a juntarse con el Portugués Central. Ya unidos en uno solo continúo bajo la lluvia cruzando la provincia de Pontevedra. Después atravieso el puente medieval de Pontesampaio sobre el río Verdugo, poco antes de su desembocadura en esa misma ría.

Sigo adelante, ahora ya lloviendo de forma constante. Casi al final de la etapa hay un tramo complicado con un ascenso por un sendero pedregoso en el que hay que arrastrar la bici. Finalmente, agotado y empapado, llego a la ciudad de Pontevedra cuando está empezando a oscurecer.

Y aquí, en una taberna del casco histórico de Pontevedra, si cayeron, finalmente, la tortilla de patatas y el pulpo. Un final digno de una etapa durísima. Y mañana, ¡a Santiago!

Balance del día: 90,7 km y 1.499 m de desnivel positivo acumulado.

Y aquí el enlace al track en Wikiloc.

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