Esta es la tercera parte de las cinco en las que está dividido el relato de la Transpirenaica a pie por el GR11 entre el Cap de Creus y el Cabo de Higuer:
Parte 1: de Cap de Creus (día 1) a Setcases (día 5)
Parte 2: de Setcases (día 6) a Estaon (día 11)
Parte 3: de Estaon (día 12) a Pineta (día 17)
Parte 4: de Pineta (día 18) a Lizara (día 23)
Parte 5: de Lizara (día 24) al Cabo de Higuer (día 29)
Día 12, de Estaon a Espot (01/10/25)
Un año y un mes después de retirarme del GR11 en Estaon, regreso al mismo núcleo del valle de Cardós para retomar la ruta donde la dejé. Aquella historia acabó en dos lesiones: una condromalacia rotuliana de grado 4 en la rodilla derecha y una rotura parcial de un tendón en el hombro izquierdo. La segunda está del todo superada, o así lo espero, pero la primera, la de la rodilla, es un desgaste que no tiene recuperación posible, solo mejoras parciales, pero creo estar suficientemente preparado como para intentarlo de nuevo. Así que, sin saber muy bien hasta donde podré llegar, inicio desde este pequeño y remoto pueblo la decimosegunda etapa de mi GR11.

Con las dudas y la emoción de empezar, arranco en fuerte subida, ya que desde Estaon se inicia el ascenso al Coll de Lo Caubo, de 2.220 metros de altitud. Al principio el tiempo era fresco, el termómetro marcaba 4º, pero pronto entro en calor. El sendero tiene tramos empedrados, probablemente restos de algún camino tradicional, y cruza bosques y zonas de pastos.

El ascenso se hace duro, son 932 metros de desnivel en 4,4 kilómetros, prácticamente un ”kilómetro vertical” (la modalidad de carreras de montaña en la que se suben 1.000 metros en menos de 5 km). Al otro lado del valle puedo ver los collados que crucé en la etapa entre Àreu y Estaon. Aquel día llovía, y entre eso y la frustración por retirarme, no pude apreciar nada del paisaje que me rodeaba. Hoy me doy cuenta de que es precioso. Y cuando estoy más arriba puedo ver incluso el macizo de la Pica d’Estats, que no pude contemplar cuando lo bordeé, al salir de Andorra en la décima etapa, porque la niebla lo cubría.

Finalmente alcanzo el collado de Lo Caubo. A mis pies tengo el amplio valle excavado por el río Noguera Pallaresa, conocido en este tramo como Valls d’Àneu, y, al otro lado, las montañas enclavadas en la zona del Parque Nacional de Aigüestortes, que atravesaré en las dos próximas etapas. En la ladera se aprecian también las pistas de esquí de Espot.

Siguiendo la dinámica habitual de la transpirenaica, desde el collado toca descender para, una vez en el fondo del valle, subir de nuevo por la ladera opuesta, y vuelta a empezar… Y esta vez el descenso es larguísimo, ya que hay que perder casi 1.300 metros de altitud. Mientras bajo, veo enfrente la silueta inconfundible de Els Encantats, la montaña más icónica del Parque Nacional.

Paso por Dorve, un núcleo con solo seis habitantes censados y con la mitad de las casas abandonadas, y justo ahí me cruzo con dos senderistas haciendo el GR11 en sentido opuesto al mío, los primeros que veo en esta segunda parte de mi transpirenaica.

Continúo descendiendo hasta que finalmente llego a orillas del río Noguera Pallaresa, embalsado aquí en el pequeño pantano de La Torrassa, donde nadan algunos patos. Lo cruzo por un puente y entro en la Guingueta d’Àneu, donde paro a comer un bocadillo.

Tras el descanso toca remontar por la ladera contraria. Los primeros dos kilómetros ascienden fuertemente por un camino que a ratos está empedrado, lo que probablemente son los restos de una antigua calzada, y que me lleva hasta Jou, otro pequeño pueblo.

Si en Dorve, al otro lado del valle, gran parte de las casas parecían abandonadas, en Jou es totalmente diferente y casi todas están restauradas. Lo cruzo y continúo, ahora por un par de kilómetros de carretera prácticamente planos. Cuando dejo el asfalto tomo un sendero a través de un bosque de pino negro. El camino avanza por la ladera de la montaña, sin apenas pendiente, y creo que es la primera vez en toda la etapa que no estoy subiendo o bajando.

El sendero es muy bonito y permite un último vistazo de las Valls d’Àneu desde lo alto, apreciándose toda la extensión del pantano de la Torrassa. Por él llego a Estaís, otro pequeño núcleo de casas bien conservadas.

Una vez cruzado el pueblo el sendero desciende hasta llegar al fondo del valle del río Escrita, donde cruzo la carretera y el propio río para seguir por la orilla opuesta, por un camino entre árboles que media hora después me deja en Espot, la principal puerta de entrada al Parque Nacional d’Aigüestortes, donde finalizo la etapa.

Balance del día: 21,6 km y 1.502 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes ver el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Día 13, de Espot al Refugio de Colomers (02/10/25)
Salgo de Espot atravesando su puente medieval sobre el río Escrita, mientras pienso que tardaré más de una semana en volver a encontrar una población de este tamaño y con todo tipo de servicios como supermercados, bares, restaurantes…
El GR11 transcurre al principio por la carretera de acceso al lago Sant Maurici, pero tras los primeros dos kilómetros se deja el asfalto para tomar un camino.

A primera hora hacía bastante frío, tanto que he echado de menos los guantes ya que, aunque tengo unos, están en el fondo de la mochila porque no había previsto utilizarlos. Pero igual que ayer, en cuanto empiezo a andar y el sol se va elevando, entro rápidamente en calor.
Más adelante cruzo el límite del parque nacional. El paisaje es muy bonito y mejora a medida que voy avanzando, un anticipo de lo que vendría después.

En algunos momentos se cruzan bosques tan espesos que los rayos de sol no llegan y en esos tramos sí hace bastante frío.

Antes de llegar al lago, me desvío hacía el refugio Ernest Mallafré, apartado 400 metros del GR, para tomar un café. Por aquí pasa la ruta Carros de Foc, un itinerario circular que enlaza los distintos refugios que hay alrededor de este parque nacional. Fue pionera en este tipo de rutas de refugio en refugio y ha sido el modelo para muchas otras que se han creado después, tanto en Pirineos como en otros macizos. Me ha gustado el cartel vintage de Carros de Foc que tenían colgado.

Regreso al GR y cinco minutos después llego a orillas del lago Sant Maurici, uno de los 48 lagos que hay en esta zona. Esta es la parte más accesible y turística de todo el parque nacional, por lo que en verano suele estar llena de gente, pero en un día laborable de octubre está muy poco concurrido.

El paisaje que me rodea es espectacular. A mi espalda, la silueta inconfundible de Els Encantats, esa montaña rocosa con dos puntas, se eleva sobre el lago, aunque a esta hora con el sol de cara no es el mejor momento para hacer fotos.

Prosigo por una pista que va remontando en dirección al Port de Ratera. De hecho, desde que he salido de Espot el camino sube de forma suave pero constante, y así continuaría durante los primeros quince kilómetros de la etapa.

Paso por un pequeño lago, el Estany de Ratera, donde aprovecho para descansar un rato.

El paisaje es espectacular, hay poco que contar y mucho que admirar. Más adelante, abandono la pista apta para 4×4 que iba siguiendo para tomar un sendero que sigue ascendiendo entre bosques.

Paso otro pequeño lago, siempre en subida, en un entorno cada vez más propio de la alta montaña. A medida que gano altitud los árboles van desapareciendo.

Hoy me cruzo con bastante gente haciendo excursiones, pero aunque lleven mochila de largo recorrido y se vea claro que no están haciendo una ruta de un día, no puedo saber si están haciendo la transpirenaica, Carros de Foc o alguna otra travesía por la zona.

Mientras los lagos quedan abajo en la distancia encaro, entre bloques de granito, el último repecho antes de llegar al collado.

Corono finalmente el Port de Ratera, de 2.543 metros de altitud, aunque no es un punto concreto sino un pequeño altiplano en el que hay un estanque prácticamente seco. Paro a comer unos frutos secos, y mientras estaba allí ha pasado un helicóptero. Desconozco si era de rescate, pero si es así, espero que todo haya acabado bien.

Inicio el descenso, hasta que en un punto me quedo parado del grandioso espectáculo que tengo a mis pies. Es una vista fabulosa de los lagos a los que me he de dirigir a continuación, formando una estampa perfecta.

A medida que desciendo hacia ellos, me sigue pareciendo una estampa espectacular. Todo el sufrimiento, todo el cansancio, toda la preparación, un año recuperándome de mis lesiones, todo vale la pena cuando te encuentras en medio de este paisaje grandioso.

Llego al primero de ellos, el Lac Obago, y lo rodeo por su orilla izquierda. Sigo descendiendo y paso junto al segundo, el Lac Redon y, prácticamente unido a este bordeo el Lac Long, estrecho y muy largo.

Y a menos de un kilómetro, y ubicado también junto a un lago, llego al refugio de Colomers. Aunque de lejos se ve lo que aparenta ser el refugio junto a la presa del lago, este es el antiguo, ya que a poca distancia se construyó uno nuevo que no se ve hasta estar ya en la orilla. En él terminó esta preciosa etapa.

Balance del día: 21,1 km y 1.358 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes ver el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Día 14, del Refugio de Colomers al Refugio Cap de Llauset (03/10/25)
Salgo temprano, cuando aún está amaneciendo, y enseguida encuentro un cruce importante. Entre Colomers y el refugio de la Restanca, al que me dirijo, el GR11 “tradicional” da un gran rodeo alejándose de la zona central, y más agreste, del parque nacional. Pero existe otra variante, la GR11.18, más directa, cruzando zonas de alta montaña, y que hoy día es la mayoritaria. Decido seguir esta y pronto inicio un ascenso por un sendero paralelo a un torrente. El terreno es complicado, con grandes bloques de piedra que he de ir esquivando.

Más adelante dejo el torrente y continúo por un tramo con mucha más pendiente, pero donde desaparecen los bloques de piedra y progresar se hace más sencillo. El lago de Colomers, el refugio y el lago del Estanh Mort van quedando abajo en la distancia.

A las nueve llego al Port de Caldes, el primero de la jornada, de 2.567 metros de altitud. La vista es impresionante y, por primera vez desde que salí del Mediterráneo, diviso manchas de nieve a lo lejos, en lo que intuyo que es el macizo de Aneto-Maladeta. También veo a mis pies los lagos a los que me he de dirigir a continuación.

Para ello, desde el puerto hay que descender unos cien metros, pasar entre dos de los lagos (Mangades y Port de Caldes), y luego afrontar un nuevo ascenso hasta otro collado, que algunos mapas llaman Col de Oelhacrestada, aunque no me queda muy claro. Es duro, porque es un tipo de terreno en el que cuesta progresar, pero el ambiente es fabuloso.

Cruzo un pequeño altiplano en el que hay otro lago, Estany des Monges, y llego a otro pequeño collado. Quizás sea este el de Oelhacrestada, es un poco confuso, pero el caso es que hay que subir y bajar constantemente.

Ahora sí, inicio por fin un largo descenso. El primer tramo, entre grandes bloques de granito, se hace muy lento, ya que hay que ir esquivándolos. Bordeo el lago de Cap de Port y desciendo bruscamente siguiendo un torrente que me lleva finalmente al lago de la Restanca y al refugio del mismo nombre. Aquí la variante GR11.18 que he seguido vuelve a juntarse con el GR11 tradicional. El refugio está cerrado pero igualmente hago una breve pausa para comer un gel y unas galletas.

Pasado el refugio desciendo de forma abrupta por un sendero a través de un bosque. Un cambio de paisaje, ya que desde ayer prácticamente no veía árboles, solo rocas, agua y praderas de alta montaña.

El descenso no podía durar mucho y pronto inició un nuevo ascenso. Voy remontando el largo Valle de Rius. El terreno, afortunadamente, es algo más fácil de transitar que lo que había encontrado el resto del día. Me cruzo con varios senderistas que vienen en sentido contrario al mío, y con uno de ellos comentamos brevemente lo que le viene a cada uno a continuación.

Llego al Lac de Rius y lo voy bordeando por un terreno mucho más llano. No es tan pintoresco como otros que he visto en el día, quizás porque el nivel del agua está algo bajo. Pasado el lago sigo subiendo y finalmente alcanzo el Port de Rius, un collado de 2.348 metros de altitud.

Me como una barrita energética y unos frutos secos, y para abajo. Al fondo del valle veo la carretera N-230, la que comunica con el Valle de Aran por el túnel de Viella, y muy cerca de la boca sur del túnel, el Refugio de Conangles, al que me dirijo. Y frente a mí tengo los primeros macizos del Pirineo Aragonés. La vista es fabulosa.

A medida que desciendo voy cruzando zonas de bosque que empiezan a teñirse de los colores del otoño.

En la parte final, ya cerca de la carretera, hay un hayedo espectacular. Esta carretera que estoy a punto de cruzar marca en esta zona el límite entre Cataluña y Aragón y, casualmente, también coincide con la mitad del GR11. El tramo catalán, junto con la breve incursión en Andorra, representan el 50% de los kilómetros de la Transpirenaica, y entrando en Aragón afronto la mitad que queda, repartidos entre esta comunidad, Navarra y un tramo muy pequeño en el País Vasco.

Antes de seguir pensaba parar en el refugio de Conangles a beber y comer algo, pero resulta que está cerrado. Está abierto para dormir, pero el bar no funciona durante el día fuera de los meses de verano, así que continúo tres kilómetros por una pista paralela al río Noguera Ribagorzana y a la carretera, atravesando otro bonito bosque. Es el único tramo llano en toda la etapa.

Cruzo finalmente la carretera y entro en Aragón, en la zona del Parque Natural Posets-Maladeta. Aquí se inicia un durísimo ascenso en el que hay que salvar 1.000 metros de desnivel en siete kilómetros, en una jornada en la que ya había perdido la cuenta de los puertos que había subido.

El GR11 remonta el valle de Salenques a través de un hayedo espectacular. Haber encontrado cerrado el refugio de Conangles, el único avituallamiento posible en toda la etapa, había supuesto también quedarme sin agua, así que repongo en un torrente, usando el sistema de purificación que llevo para estos casos.

El bosque es muy bucólico, pero el sendero empieza a subir, subir y subir, y hay momentos que parece una escalera de piedras. Más arriba van desapareciendo los árboles y la pendiente se suaviza momentáneamente, aunque sigue subiendo. Vuelvo a estar por encima de los 2000 metros de altitud, y regresa el paisaje de alta montaña.

Más tarde llego a un conjunto de varios lagos conocidos como Estanys de Anglois, donde hay un refugio libre recientemente restaurado. Paso de largo y sigo subiendo entre bloques de piedra hasta un par de pequeños ibones, nombre que se emplea habitualmente en Aragón para los lagos de origen glaciar, antes de afrontar la última subida por un canchal de piedras.

Este último repecho es de estos sitios que, vistos desde abajo, parece que sean imposibles de subir, pero sorprendentemente hay un sendero, y no es particularmente difícil. Antes de afrontarlo paro a comer unas galletas y un gel energético, porque estoy muy cansado, hambriento y sediento. No sé si logro transmitirlo, sé que es difícil de seguir para el lector, todo el día subiendo y bajando, pero ha sido una etapa durísima. Probablemente la más dura que he relatado nunca en este blog, sea a pie o sea en BTT. No son los kilómetros, que no han sido excepcionales, ni el desnivel, 2.000 metros, es hacerlos por este tipo de terreno, que hace que el avance sea muy difícil.
En fin, paso a paso, como un autómata, llego al Collado de los Ibones, de 2.521 metros de altitud, y al otro lado, descendiendo apenas 50 metros, al moderno refugio de Cap de Llauset, donde termino la etapa casi 12 horas después de haberla iniciado, sin apenas descansos en todo el día. Pero muy feliz de haberlo conseguido y de haber superado el ecuador de la transpirenaica. Ya queda menos.

Balance del día: 30,5 km y 2.001 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes ver el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Día 15, del Refugio de Cap de Llauset al Refugio de Estós (04/10/25)
Salgo al amanecer para iniciar el ascenso a un collado… Podría ser el principio de la etapa de ayer, o de muchas otras, pero ciertamente hoy se repite, una vez más, el mismo guion. Los Pirineos son así. Aunque el de hoy es un ascenso intenso, pero breve.

Muchos de los que han dormido en el refugio siguen el mismo itinerario, pero la mayoría se dirigen a hacer ascensiones a los tresmiles de la zona, por lo que poco a poco van separándose del GR11 y siguiendo sus propias rutas. A medida que asciendo y el sol se levanta a mis espaldas, la vista sobre el refugio, el lago de Cap de Llauset del que toma el nombre y las montañas que los rodean es espectacular.

El tramo final con mucha piedra suelta y fuerte pendiente es complicado, un laberinto de rocas.

Cuarenta minutos después llego al Collado de Vallibierna, que con sus 2.729 metros es uno de los de mayor altitud de todo el GR11. Las vistas en las dos direcciones son magníficas. Hacia donde he de descender veo a mis pies un par de ibones, el Alto de Vallibierna y el Bajo de Vallibierna.

El inicio de la bajada es como el tramo final de la subida, con grandes bloques de piedra. Es el terreno habitual a esta altitud y hay que afrontarlo paso a paso y con mucho cuidado. Como también suele ser habitual, a medida que se desciende el firme mejora.

Sigo descendiendo y paso junto a los ibones de Vallivierna, que en algunos momentos están encajados entre paredes, como si fuera un pequeño desfiladero, por lo que para bordearlos el sendero sube entre las rocas, pasando zonas en las que incluso hay que trepar ayudándose con las manos.

Muy por debajo veo la línea donde empiezan los árboles, a la que estoy deseando llegar, ya que espero que ahí desaparezcan definitivamente los bloques de piedra. Mientras tanto, frente a mí contemplo una vista magnífica del imponente macizo del Posets, que con sus 3.375 metros de altitud es la segunda cima de los Pirineos.

A medida que desciendo, los torrentes que bajan de todas estas montañas e ibones de los alrededores se van juntando en un riachuelo con algunas cascadas y paisajes muy bonitos.

Más adelante continúo por una pista llena de piedras que me lleva al refugio libre de Coronas, también conocido como el refugio de Pescadores, y que parece ser que está siendo renovado. Una noche de invierno de hace casi 30 años, cuando el edificio estaba en un estado bastante más deplorable que ahora, pasé una noche aquí con dos amigos, Álex y Xavi, con los que íbamos a ascender al día siguiente alguna cima de los alrededores con esquís de montaña. Tengo un vago recuerdo de que no pudimos pegar ojo en toda la noche porque algo se movía constantemente por el refugio, probablemente algún ratón…

Junto al refugio hay un aparcamiento, ya que hasta aquí se puede llegar con coche por una pista, y, dado que hoy es sábado, está lleno de vehículos de excursionistas. Por esa misma pista he de seguir descendiendo y, después de lo que llevo en los últimos días, más que una pista me parece una autopista, así que pongo el turbo y bajo rapidísimo.

Poco más de una hora después llego al valle de Benasque, cerca del pequeño embalse de Paso Nuevo, y tres kilómetros más adelante a un cruce de caminos conocido como Puente San Jaime, donde hay un puente medieval sobre el río Ésera. Desde aquí quedan apenas tres kilómetros al pueblo de Benasque, pero el GR11 no pasa por ahí sino que empieza a remontar otro valle lateral, el Valle de Estós. Antes de seguir intento parar a comer algo en el bar del camping que hay junto al puente, pero resulta que está cerrado porque ha empezado la temporada baja, ¡se repite lo mismo que me ocurrió ayer en el único punto de avituallamiento intermedio de toda la etapa! Pruebo en un hotel que está algo más alejado del puente y, aunque la cafetería está abierta, no pueden preparar nada, ni siquiera un bocadillo. Acabo comiendo una bolsa de patatas fritas y un helado, pero mejor eso que nada…

Ya solo quedan ocho plácidos kilómetros siguiendo una pista en subida, pero fácil y cómoda. La mayor dificultad ha sido encontrarme el camino bloqueado por vacas, pero he conseguido pasar.

Encuentro mucha gente, especialmente de regreso hacia Benasque, ya que es sábado por la tarde y hay excursionistas que regresan de actividades de un día. A medida que subo tengo a mi derecha vistas del macizo del Perdiguero, un grupo de tresmiles. De hecho, el valle de Estós está encajado entre este macizo y el del Posets, a mi izquierda, aunque este último no es visible desde la pista.

Llego a una cabaña de pastores, una de las muchas que hay en los Pirineos, pero esta es especial. En 1991 el grupo musical Celtas Cortos lanzó la que se convertiría en su canción más conocida, 20 de abril, y su estribillo decía: “¿Recuerdas aquella noche en la cabaña del Turmo? / Las risas que nos hacíamos antes todos juntos / hoy no queda casi nadie de los de antes / y los que hay han cambiado, han cambiado”. Es una canción melancólica que habla de la juventud perdida y de los amigos que se han ido separando con los años, y esta cabaña de pastores que tengo enfrente es precisamente la “cabaña del Turmo” de la canción (aunque unas veces aparece como Tormo y otras como Turmo). De todas formas, el autor explica que la historia es ficticia y que nunca hubo un grupo de amigos que pasaran la noche aquí, pero por alguna razón, de todos los escenarios posibles para ambientar su canción, eligió este remoto lugar.

Desde aquí ya solo quedan los últimos dos kilómetros por un sendero hasta el Refugio de Estós, que recorro pensando en cómo el azar ha hecho que en una misma etapa pasara por una cabaña, la de Pescadores del valle de Vallivierna, en la que pasé una noche hace treinta años con dos buenos amigos de juventud y por otra, la del Turmo, famosa por ser el escenario de una canción que habla más o menos de eso mismo…

Balance del día: 28,0 km y 1.087 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes ver el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Día 16, del Refugio de Estós a Parzán (05/10/25)
Hoy salgo aún más temprano, aprovechando que en el refugio de Estós el desayuno empezaba a las 6:30, media hora antes que en los que he dormido los días anteriores. Cuando me pongo en marcha aún no ha salido el sol, así que salgo con la luz de la frontal. La previsión para hoy, que se ha cumplido, era de mucho viento y, efectivamente, ha soplado fuerte durante la noche y sigue soplando ahora. Con mayor sensación de frío que en las mañanas anteriores, a causa del viento, empiezo el ascenso al Puerto de Chistau.

Pronto empieza a haber más claridad. La subida al collado es más fácil que las de las etapas anteriores ya que, aunque sea cansado por el desnivel, el terreno es mucho más sencillo y hay menos bloques de piedra. Incluso cuando en el tramo final se atraviesa un canchal, el sendero está muy pisado y compactado, y no tiene complicación.

A las dos horas alcanzo el Puerto de Chistau, de 2.572 metros de altitud, mientras el viento sigue soplando fuerte. Confirmo que el terreno es muy diferente al de los días anteriores, la geología ha variado, ya no hay las rocas de granito que predominaban en otros macizos sino que aquí abundan las pizarras, y eso, curiosamente, cambia la dificultad a la hora de transitar por las aglomeraciones de piedras. Mientras pienso en esto, voy descendiendo hacia el fondo del valle.

Cruzo un par de riachuelos y continúo valle abajo siguiendo el curso de un torrente.

Pensaba que a medida que perdiera altitud disminuiría la fuerza del viento, pero el valle es estrecho y actúa como un embudo, canalizándolo, por lo que sigue soplando fuerte. Sigo avanzando y solo cuando estoy bastante más abajo y cruzo la línea de árboles empiezo a estar a resguardo del viento, que llega a resultar molesto.

El sendero que voy siguiendo desemboca en una pista en un paraje conocido como granjas de Viadós, donde hay una serie de construcciones para el ganado y el refugio del mismo nombre. El refugio ha cerrado hace unos días porque ha terminado la temporada de verano, pero igualmente paro al lado a comerme el bocadillo que me habían preparado en Estós. El entorno es espectacular, con el macizo del Posets enfrente, y por ello es un punto de partida habitual para ascender a este y a otros tresmiles de la zona.

Tras la pausa, continúo descendiendo un poco más por un sendero que ataja algunas curvas de la pista de acceso a Viadós, paso por un pequeño camping también cerrado y, poco después, inicio el ascenso al Collado de Urdiceto, el segundo del día. Coincido en algunos tramos con señalizaciones de un Camino de Santiago.

La subida va combinando tramos de pista forestal con otros de sendero y es fácil y agradable. Va atravesando bosques y zonas de pastos, y también cruza junto a varias cabañas de pastores a las que nadie ha escrito ninguna canción.

Aunque el terreno es mucho más cómodo que el de los collados de los días anteriores no deja de ser un ascenso a un gran puerto, y los últimos kilómetros se hacen duros.

Paso por un refugio libre y corono finalmente el Collado de Urdiceto, de 2.315 metros de altitud, ¡por hoy no hay que subir más!

Desde el Collado empiezo a bajar por un sendero pedregoso que luego conecta con una pista forestal. El valle es precioso y es un descenso fácil. Más tarde, en un lugar resguardado del viento, junto a una pequeña central hidroeléctrica, paro a comer el resto del picnic que traía del refugio de Estós. Poco después me cruzo con un senderista en ascenso con una mochila enorme, creo que yo sería incapaz de hacer el GR11 con una carga así…

El descenso se hace monótono, pero se agradece el circular por una pista así de fácil. Un par de horas después la pista desemboca en la carretera A-138, y menos de dos kilómetros circulando por el arcén de la carretera me dejan en Parzán, una pequeña aldea del municipio de Bielsa, donde termino la etapa.

Balance del día: 32,4 km y 1.589 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes ver el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Día 17, de Parzán a Pineta (06/10/25)
Hoy, cambio de guion. No salgo temprano, sino que más bien un poco tarde, pasadas las nueve. Porque la etapa era corta, porque he esperado a que abrieran la única cafetería del pueblo a las ocho y porque me he quedado acabando la crónica de una etapa para este blog. Cuando finalmente me pongo en marcha, subo un primer tramo por un sendero y enseguida desemboco en la carretera de Chisagüés, una aldea de 20 habitantes a un par de kilómetros de Parzán

Pasado el pueblo, el asfalto deja paso a una pista de tierra que sigue remontando suavemente el valle del río Real. El trayecto es cómodo y fácil, y el paisaje es bonito.

Cuando llevaba andados unos ocho kilómetros, la pista ganadera incrementa notablemente la pendiente y se hace un poco más difícil.

Un par de kilómetros después llego a la plana de Petramula, un pequeño llano con un césped en el que dan ganas de quedarse, y donde paro a descansar y comerme unas galletas.

Aquí dejo la pista y sigo un camino herboso para afrontar el último repecho antes del collado. Es un camino muy bonito, entre pastos y grandes piedras. Cuando parece que ya se ha llegado al punto más alto, se bajan cincuenta metros y se sube de nuevo hasta alcanzar definitivamente el puerto.

Llego al Collado de Las Coronetas, el único del día, donde coincido con tres excursionistas franceses que, como yo, están emocionados con la vista que tenemos delante. Se trata de la cara norte del Monte Perdido, el macizo calcáreo más alto de Europa y la tercera cima en altura de los Pirineos, acompañado por seis o siete tresmiles más. Desde este mirador privilegiado creo que es probablemente la vista más espectacular de toda la cordillera.

Sin dejar de admirar este skyline, absolutamente cautivador para los que amamos la montaña, empiezo a descender por un sendero entre piedras hasta un gran llano de pastos conocido como la Plana Fonda.

Recorro el llano y sigo bajando, obteniendo una vista aún más espectacular de la cara norte del Monte Perdido, ya que ahora estoy más cerca. También veo con más detalle el hueco en la línea de cimas, la parte más baja a la izquierda del macizo, ampliada en la foto de abajo, que corresponde al Collado de Añisclo, por donde he de ascender mañana. Desde aquí cuesta hacerse a la idea de que haya un sendero que suba por esa pared que parece casi vertical…

Las tres cimas principales del macizo, el Monte Perdido, el Soum de Ramond (o Pico de Añisclo) y el Cilindro de Marboré son conocidos como “Las Tres Sorores”, que significa las tres hermanas, por su cercanía y simetría. Yo estoy absolutamente cautivado por esta vista.

Más adelante, el descenso continúa por un sendero que ya se interna en el bosque y pierde altura bastante bruscamente, hasta llegar a los Llanos de la Larri, donde pastan vacas, caballos y ovejas, y hay una cabaña de pastores.

Sigo bajando, ahora a través de un hayedo, hasta llegar al fondo del Valle de Pineta, donde, en una ubicación privilegiada, se encuentra el Parador Nacional de Bielsa, donde hoy me alojaré.

Balance del día: 18,3 km y 1.038 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes ver el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Puedes leer aquí la continuación entre Pineta y Lizara.