Esta es la primera parte de las cuatro en las que está dividido el relato del Camino de Santiago entre Cap de Creus y Fisterra en BTT:
Parte 1: de Cap de Creus (día 1) a Cervera (día 5)
Parte 2: de Cervera (día 6) a Soria (día 10)
Parte 3: de Soria (día 11) a Rabanal del Camino (día 15)
Parte 4: de Rabanal del Camino (día 16) a Fisterra (día 20)
De Cap de Creus a Fisterra en BTT: introducción
Diez meses después de terminar el Camino del Norte a pie empiezo mañana un nuevo Camino de Santiago, esta vez en bicicleta de montaña (BTT). Me he propuesto partir del Cap de Creus y enlazar diversas rutas jacobeas hasta terminar en Fisterra, uniendo el punto más oriental de la Península Ibérica (no de España, ya que éste sería la Punta de S’Esperó en la península de La Mola de la isla de Menorca) con el simbólico «final de la tierra», el que los romanos consideraban el punto más occidental del mundo conocido (aunque hoy en día sabemos que el Cabo Touriñan en Galicia es el punto más al oeste de la España peninsular y que si nos referimos a toda la Península Ibérica el punto más occidental es el Cabo da Roca, en Portugal).
La ruta central del Camí de Sant Jaume, como se denomina en catalán al Camino de Santiago, tiene dos puntos de inicio: en el collado de Panissars, límite fronterizo cercano al municipio francés del Perthus, y en Sant Pere de Rodes, un importante monasterio benedictino de origen medieval enclavado en la Sierra de Rodes, cerca del Cap de Creus. Ambas rutas confluyen a la entrada de Figueres. Yo esta vez empezaré en Sant Pere de Rodes pero en lugar de ascender al monasterio desde Port de la Selva, el punto de partida habitual y desde donde se inicia la señalización con flechas amarillas, añadiré un tramo de unos 20 kilómetros no considerado Camino de Santiago para arrancar desde el extremo del cabo, junto al mar. En la introducción que publiqué en este blog cuando recorrí el Camí de Sant Jaume a pie tenéis una explicación más extensa de los diversos Caminos de Santiago que cruzan Cataluña.
Hoy he llegado a Cadaqués, la población más cercana al Cap de Creus, donde dormiré para empezar mañana la ruta. Con Laura, mi mujer, que me dejará mañana en el cabo, hemos cenado en Es Baluard, un clásico de Cadaqués donde, entre otras exquisiteces, hemos pedido carpaccio de vieiras… ¡qué mejor manera de poner rumbo a Santiago que empezar con el símbolo jacobeo por excelencia!

Me esperan 1.500 kilómetros por delante y, si lo consigo, será el Camino más largo que habré hecho en BTT, ¡ultreia y buen camino!
Día 1, de Cap de Creus a Figueres (30/04/2022)
Amanece en el Cap de Creus. El sol lucha con dificultad por elevarse sobre las aguas del Mediterráneo porque una capa de neblina baja que tapa el horizonte se lo impide. Al final lo consigue y sus rayos saludan, una mañana más, a este faro solitario y empiezan a calentar esta tierra moldeada por el viento mientras me preparo para iniciar un viaje que me ha de llevar hasta donde este mismo sol se despide de otro faro solitario cada tarde antes de esconderse tras otro mar, el Océano Atlántico.

Curiosamente, una placa de bronce en una roca cercana al faro recuerda el “hermanamiento” entre los cabos de Creus y Fisterra. El simbolismo de unir estos dos puntos extremos de la Península Ibérica viene de lejos.

Tras contemplar el amanecer me despido de Laura y empiezo a alejarme del faro del Cap de Creus. Primero, durante poco más de tres kilómetros, sigo la carretera de acceso al cabo, la misma por la que hemos llegado en coche.

Después abandono el asfalto por una pista de tierra señalizada como GR11, la Senda Transpirenaica que une el Cap de Creus con el Cabo de Higuer, en Hondarribia (Guipuzcoa). Todo el camino hasta Port de la Selva lo haré siguiendo este GR, aunque hay otros itinerarios posibles. El paisaje del cabo es espectacular. Rocas, arbustos, el olor del bosque mediterráneo en primavera y, de fondo, el mar.

Unos kilómetros después la pista da paso a un sendero mucho más complicado. Hay varios descensos abruptos para cruzar algún arroyo seguidos por ascensos igual de empinados por el lado opuesto. Las bajadas son difíciles con la bicicleta cargada mientras que en las subidas irremediablemente toca arrastrar la bici. Aun así esta zona es espectacular. No había mejor manera de empezar un viaje como éste. En un curioso cartel con una calavera de vaca y una vieja bicicleta oxidada alguien ha escrito “Santiago de Compostela 1.240 km”. Según mis cálculos haré unos 1.410 hasta Santiago ya que, como siempre, depende de las variantes elegidas en cada ocasión, pero en todo caso está muuuuy lejos… En el mismo cartel indica que Roma está a la misma distancia, 1.257, y París mucho más cerca, a “solo” 974, ¡aún estoy a tiempo de cambiar de destino!

A medida que me alejo del cabo los arbustos retorcidos por el viento dan paso a algunos árboles, mayoritariamente pinos, y a zonas de pastos en las que de vez en cuando me cruzo con alguna vaca solitaria. El sendero acaba desembocando en una pista que ahora si, de forma mucho más plácida, me lleva hasta Port de la Selva.

Port de la Selva es una antigua población de pescadores de casas blancas que, a pesar de que hoy día esté más dedicada al turismo que a otra cosa, no ha perdido del todo su encanto. Cuando cruzo el centro urbano aprovecho para tomar un café. Desde aquí ya inicio propiamente lo que es el Camino de Santiago, aunque la primera flecha amarilla no aparece hasta un kilómetro después de abandonar la población.

Generalmente las escasas guías disponibles de este Camí de Sant Jaume envían a las bicicletas por la carretera de ascenso al monasterio de Sant Pere de Rodes ya que el sendero tradicional por donde se sube a pie no es ciclable en grandes tramos del recorrido. Yo hice a pie esta etapa hace apenas un año así que tengo claro cómo es la ruta, pero aún así mantengo mi costumbre habitual de seguir los Caminos de Santiago por donde están marcados, sean como sean y asumiendo el riesgo de tener que empujar la bici cuando haga falta.
Así que, siguiendo el itinerario “oficial” del Camí de Sant Jaume, abandono Port de la Selva por el Camino de Ronda en dirección a Llançà. Son dos kilómetros cómodos y fáciles junto al mar mientras el pueblo va quedando atrás.

Tras rodear un camping me empiezo a alejar de la costa para iniciar la ascensión al monasterio. Un primer tramo de un par de kilómetros me lleva hasta la pequeña aldea de La Vall de Santa Creu. Al principio por un camino de tierra desde el que ya se divisa en lo alto, en la ladera de la montaña, Sant Pere de Rodes. Luego la cosa se complica y la pista se convierte en un sendero estrecho y pedregoso en el que hay que arrastrar la bici en algunos momentos para superar tramos de escalones de roca. A veces la vegetación es tan tupida que apenas se puede pasar y acabo con más de un arañazo en los brazos y las piernas.

La Vall de Santa Creu es un núcleo de unas pocas casas que viven tranquilas ajenas al bullicio de los municipios turísticos que tienen a pocos kilómetros. Lo cruzo y continúo por un sendero entre viñas.

Entre el pueblo y el monasterio hay apenas dos kilómetros pero el ascenso es durísimo y no hay más de un 15 o 20% ciclable. El resto es tan pedregoso, con escalones de roca, que no hay más remedio que empujar la bici.

Avanzo muy lento por el sendero y he de parar varias veces a reponer fuerzas. Aún así el sitio es espectacular.

Agotado llego por fin a la altura del monasterio benedictino cuya época de mayor esplendor fue durante la Edad Media. Posteriormente, a partir del siglo XV, empezó a decaer y en el XVIII fue definitivamente abandonado. En los últimos años ha sido restaurado por la Generalitat recuperando su imponente estampa en la ladera de la montaña de Verdera.

Un rato de descanso y sigo mi ruta. Unos cientos de metros por un camino cementado, que después de lo que llevo me ha parecido una verdadera autopista, me acercan a Santa Helena. Esta ermita era originalmente la iglesia del poblado de Santa Creu de Rodes, el núcleo donde habitaban los artesanos, comerciantes y todo tipo de personas que vivían de dar servicio al monasterio y que fue abandonado a medida que éste fue decayendo. La ubicación de la ermita, rodeada de las ruinas del pueblo en proceso de restauración, es espectacular, con una vistas privilegiadas sobre el Mediterráneo.

Desde aquí toca descender de una forma tan abrupta como lo ha sido el ascenso. Al principio son pistas y senderos por los que se puede bajar casi sin hacer ningún esfuerzo pero luego se complica y hay tramos muy difíciles con una bici cargada. Con el cansancio acumulado he de mantenerme muy concentrado para no acabar rodando por el suelo.

El descenso se hace más empinado y difícil a partir de la denominada Cruz Blanca, cuyo origen se cree medieval y servía para marcar los límites de las propiedades del monasterio. Abajo se observa claramente la gran llanura ampurdanesa, la zona casi plana que crean los ríos Muga y Fluvià antes de desembocar en el golfo de Roses. Hay tramos en los que he de desmontar y bajar a pie porque con la bici cargada son demasiado peligrosos para mí pero poco a poco voy acercándome al llano.

El descenso termina finalmente en el pueblo de Pau y dos o tres kilómetros más por una pista de tierra entre viñedos me llevan a Vilajuïga donde paro a comerme un bocadillo. Estoy reventado pero sin duda esta etapa se ha convertido, tanto por belleza como por dureza, en una de las más memorables de todas las que he hecho en bicicleta en mis Caminos de Santiago. Probablemente solo las dos etapas del Camino del Salvador (León-Pajares y Pajares-Oviedo) igualan en dureza al recorrido que acabo de hacer.
Tras comer en Vilajuïga recorro plácidamente por cómodas pistas agrícolas prácticamente llanas los diez kilómetros que me separan de Peralada.

Cruzo Peralada, población conocida por su castillo, que actualmente alberga un casino y varios restaurantes, y por su casco antiguo medieval amurallado. Hoy solo hay tiempo de un vistazo rápido.

Seis o siete kilómetros más combinando alguna carretera local y pistas de tierra y entro en Figueres donde termino esta dura etapa. No tanto por el kilometraje o el desnivel, que no han sido excesivos, sino por la dificultad de los caminos tanto entre el Cap de Creus y Port de la Selva como, muy especialmente, en el ascenso y el descenso de Sant Pere de Rodes. Pero ha sido una etapa de las que dejan un recuerdo extraordinario. Un último paseo por la ciudad, vinculada inseparablemente a la figura de Salvador Dalí, y a descansar que quedan muchísimos kilómetros por delante.

Balance del día: 50,6 km y 1043 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Día 2, de Figueres a Anglès (01/05/2022)
Tras abandonar el casco urbano de Figueres los primeros kilómetros del día voy atravesando zonas agrícolas combinando pistas de tierra y tramos de asfalto. Paso viñedos, plantaciones de colza con su característica flor amarilla y otras de algún cereal, probablemente maíz. Como magnífico telón de fondo tengo los Pirineos con las últimas nieves de la temporada.

Cruzo pequeños pueblos como Borrassà y Creixell y entre ellos continúo circulando a través de campos cultivados. El terreno no es completamente llano pero son colinas suaves en las que imperceptiblemente se sube y se baja constantemente. Comparado con el esfuerzo de ayer esta puede considerarse una etapa “de recuperación”.

Pasado Creixell se inicia un corto ascenso algo más exigente a través de un bosque, cambiando momentáneamente de paisaje. En este mismo tramo se cruza un olivar precioso.

Desciendo lo ascendido y llego a Pontós, un núcleo con algunas casas señoriales, y tras unos kilómetros más de campos de maíz cruzo el río Ter y entro en Bàscara.

Bàscara tiene una parte antigua fortificada y un bonito casco antiguo presidido por las ruinas de su castillo episcopal y la enorme iglesia de Sant Iscle. Hoy domingo es día de mercado y entre puestos de ropa y comida paro a tomar un café en un bar de su plaza Mayor.

A la salida de Bàscara el Camí de Sant Jaume presenta dos alternativas señalizadas que se vuelven a juntar en Medinyà, unos 30 kilómetros después. Una va por Viladasens y la otra por Vilademuls. Cuando hice este camino a pie hace un año tomé la primera así que para variar y sin más criterio que conocer sitios nuevos esta vez decido seguir la de Vilademuls.
El itinerario sigue la tónica del día: carreteras y pistas agrícolas entre campos y, ocasionalmente, algún tramo más boscoso.

Hay un par de repechos fuertes, uno a la salida de Terradelles y otro después de pasar la ermita de Sant Mer. Aún así el firme es bueno y no presenta ningún problema. Además, aunque la tierra está mojada porque ayer llovió en esta zona, no hay barro excepto de forma muy puntual.

Llego a Medinyà donde la variante que he seguido se junta con la proveniente de Bàscara por Viladasens y ya solo quedan 11 km sin apenas desnivel siguiendo el río Ter para dejarme a las puertas de Girona.

Una vez en la ciudad entro en el casco antiguo y, tras cruzar frente a la catedral, paro en un bar a comer algo. Después cruzo el río Onyar por el Pont de Pedra y me dirijo al parque de la Devesa en cuyo extremo se inicia la vía verde del Carrilet por donde prosigue el Camino de Santiago.

Esta vía verde sigue el recorrido del antiguo ferrocarril de vía estrecha que unía Olot con Girona y que funcionó entre 1911 y 1969. Por ella recorro los últimos 20 kilómetros del día avanzando siempre en paralelo al río Ter, aunque no siempre está a la vista porque la vegetación hace de barrera visual. A última hora han caído algunas gotas pero ha parado enseguida y no ha llegado a llover. Pendiente del cielo llego a Anglès donde finalizo la etapa.

Balance del día: 65,8 km y 584 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Día 3, de Anglès a Vic (02/05/2022)
Ha llovido durante la noche pero cuando me pongo en marcha por la mañana, a pesar de que el cielo tiene un aspecto bastante amenazador, el tiempo aguanta. Cinco kilómetros siguiendo la misma vía verde del Carrilet por la que llegué ayer desde Girona me llevan hasta El Pasteral, junto a la presa del mismo nombre. En el único bar abierto paro a tomar un café ya que no encontraré ningún otro avituallamiento hasta dentro de muchas horas.

Aquí el Camí de Sant Jaume ofrece dos alternativas. El más “oficial”, señalizado por la Generalitat, continúa por la vía verde hasta Sant Esteve d’en Bas y luego, siguiendo el Camí Ral, remonta el altiplano del Collsacabra y lo atraviesa para posteriormente descender a la ciudad de Vic. Es el recorrido que hice a pie hace un año. La alternativa, marcada hace unos años por alguna de las asociaciones catalanas de amigos del Camino, se dirige a Vic siguiendo el curso del río Ter por la zona de los pantanos de Sau y Susqueda y, como se aprecia en este mapa, es algo más lógica y directa, evitando dar un rodeo. Yo, esta vez, tomaré esta variante.

Así que pasado el núcleo de El Pasteral abandono la vía verde y empiezo a bordear el pantano por la carretera de servicio a las centrales hidroeléctricas. Éste es el más pequeño de los tres embalses en línea construidos en esta zona aprovechando que el río Ter se abre camino por un valle muy estrecho encajonado entre dos macizos montañosos, al norte el Collsacabra y al sur Les Guilleries.

El agua es la protagonista y todo el camino se pueden contemplar bonitas panorámicas del embalse rodeado de montañas y de una vegetación sorprendentemente frondosa. Al llegar a la cola del pantano la carretera continua paralela al río ascendiendo muy suavemente, De hecho los primeros kilómetros son prácticamente llanos.

Ocho o nueve kilómetros después de iniciar la variante hay un primer tramo de fuerte subida que me deja a la altura de la segunda de las presas por la que hay que pasar, la del pantano de Susqueda, mucho mayor que el anterior.

Prosigo rodeando el embalse de Susqueda por carretera hasta que a unos dos kilómetros de la presa se acaba el asfalto y se convierte en una pista de tierra en la que, con las lluvias de los últimos días, hay tramos con muchísimo barro. El cielo sigue pareciendo dispuesto a descargar en cualquier momento pero sorprendentemente ha aguantado bastantes horas sin llover.

Por el camino abundan los bosques de castaños, encinas y robles. Muy de vez en cuando alguna flecha amarilla solitaria medio borrada confirma que se trata de un itinerario jacobeo pero realmente no es posible seguir todo el camino si no es siguiendo el track en un GPS. La señalización es escasa.

A medida que avanzo rodeando el embalse de Susqueda se empiezan a ver al otro lado del río los acantilados rocosos que delimitan el Collsacabra. Me ha parecido espectacular la vista desde un punto en el que el río forma un meandro, con los frondosos bosques que lo rodean, el Collsacabra al fondo y las nubes de tormenta que había hoy para rematar la imagen. Lástima que el nivel del agua está relativamente bajo porque la estampa aún podría mejorar.

Finalmente la pista de tierra desemboca en un camino cementado que remonta fuertemente unos cientos de metros hasta la altura de la tercera presa del conjunto, la de Sau, que se cruza por encima.

Y una vez al otro lado del río se continúa por la carretera asfaltada de acceso al embalse desde la que se puede ver como sobresale del agua el campanario de la iglesia de Sant Romà de Sau, el pueblo que fue inundado cuando se construyó el pantano en los años 60 del siglo pasado. Que el campanario sea visible es señal de que el nivel del agua está bajo, de hecho leo después que Sau estaba hoy al 60% de su capacidad, y en épocas de sequía extrema puede llegar a emerger la iglesia entera.

Desde aquí la ruta prosigue alejándose del pantano. Primero por asfalto y enseguida por un sendero que más parece un riachuelo por el agua que baja. Luego desemboca en una pista más tranquila que acaba llevándome a Vilanova de Sau donde paro a comer.

Tras la comida el itinerario prosigue por sendero y pistas forestales a través del macizo de Les Guilleries. Primero subiendo y más tarde, a partir de un collado “sin nombre”, o por lo menos yo no lo conozco, descendiendo hacia la Plana de Vic, la depresión casi llana en la que se asienta esta ciudad y parte de su comarca. Finalmente ha empezado a llover, aunque no demasiado fuerte, y había bastante barro.

En cuanto salgo de la montaña y llego al llano empiezan las zonas agrícolas que cruzo por pistas completamente embarradas por las roderas de los tractores. El primer pueblo de la Plana de Vic al que llego es Folgueroles.

Desde Folgueroles unos kilómetros más, siempre por asfalto y bajo la lluvia, y entro finalmente en Vic donde acabo la etapa en su enorme plaza Mayor porticada.

Balance del día: 56,8 km y 912 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Día 4, de Vic a Montserrat (03/05/2022)
Hoy “etapa reina con final en alto” y, además, marcada por la lluvia intermitente durante toda la jornada. Pero empecemos por el principio, sabiendo lo que me esperaba he madrugado y poco después de las seis de la mañana estaba desayunando en un bar en el que ayer confirmé que abrían a esa hora. Recién amanecido me pongo en marcha mientras llueve ligeramente para encarar los primeros kilómetros después de salir de Vic en los que el camino discurre por un sendero paralelo al río Meder. Luego continúa por pistas agrícolas entre campos de colza mientras empieza a ganar altura.

Y es que la llanura conocida como la Plana de Vic limita al oeste con las sierras del Moianès que hay que cruzar. Por ello poco a poco van desapareciendo los cultivos del llano y se empieza a remontar por una pista forestal. Son unos seis kilómetros de subida entre bosques compactos interrumpidos ocasionalmente por algún prado con pastos y alguna masía aislada.

A partir de un punto se desciende un par de kilómetros, siempre entre bosques, y se llega al municipio de l’Estany, nacido alrededor del Monasterio de Santa María de l’Estany, un templo agustiniano cuyos orígenes datan del siglo XI. Además del monasterio el centro del pueblo conserva algunas casa de piedra monumentales. Cuando me faltaba poco para llegar ha empezado a llover más intensamente así que una vez en el pueblo localizo un bar y paro un rato a tomar un café y a esperar a ver si el tiempo mejora.

Se sale de l’Estany por la parte alta del pueblo y se continúa ascendiendo durante unos quinientos metros hasta llegar al Collado de Sant Pere. A partir de ahí hay 23 kilómetros seguidos en los que no se pasa por ninguna población y que además son prácticamente todos ellos en bajada, ¡el sueño de todo bicigrino! Un descenso suave pero continuo por pistas forestales entre bosques de robles, encinas y pinos solo interrumpidos por algunas zonas de pastos ganaderos. La masía de Sant Miquel d’Oló, rodeada de viñas, pone una nota diferente en el paisaje.

Kilómetros y kilómetros de bosques, prados y alguna explotación ganadera esporádica. Solo la lluvia que va y viene todo el día y algún tramo con barro complican este largo descenso.

A medida que desciendo el bosque va quedando atrás, el terreno se vuelve más llano y empiezo a pasar junto a algunos viñedos. Señal de que me aproximo al Pla de Bages, una zona vitivinícola, y de que estoy llegando a la población de Artés, la primera por la que paso desde hace 23 kilómetros y donde paro a comer algo.

A la salida de Artés, como a la entrada, se sigue avanzando entre cultivos, principalmente viñedos y campos de maíz. Bordeando uno de estos campos se pasa junto a una masía llamada Les Tapies con una ermita adosada y un antiguo molino de aceite. La ubicación con las montañas de Montserrat al fondo es espectacular.

Cruzo Navarcles y llego al monasterio benedictino de Sant Benet de Bages. Ahora la lluvia se ha intensificado y continúo sin detenerme. A partir de aquí el itinerario sigue por una pista paralela al río Llobregat hasta que unos kilómetros después empieza a remontar y me acerca a Manresa. Continúo por la variante señalizada que rodea la ciudad, sin entrar en ella, y por pistas de todo tipo sin demasiado a remarcar llego a Castellgalí, a quince kilómetros del final de la etapa y donde paro a comer un bocadillo y a reponer fuerzas antes de afrontar la subida final. Llevo ya 72 km y bastante desnivel acumulado así que a estas alturas solo pienso en llegar pero Montserrat aún se ve muy lejano…

Prosigo por pistas de tierra que van acercándome a la base de la montaña. Cerca de Masganell se pasa por el Pla del Masroig, un llano sembrado de cereal que tiene unas vistas privilegiadas del macizo de Montserrat y sus característicos pináculos de roca.

Desde aquí empiezan por fin los últimos kilómetros de subida, todos por asfalto, que hago penosamente porque estoy realmente muy cansado. Poco a poco voy ganando altura, dejo atrás el pequeño monasterio de Sant Benet, de monjas benedictinas, y finalmente llego al monasterio de Santa María de Montserrat, un lugar emblemático con una dimensión religiosa, cultural, política e histórica además de la puramente paisajística y de la deportiva. Me hace especial ilusión acabar aquí la etapa y pernoctar, algo que no hacía desde hace más de 30 años, en mis tiempos de escalador, cuando a menudo vivaqueábamos tirados por el suelo en los alrededores del monasterio. Al menos hoy, aunque sea en un albergue, tengo una cama…

Balance del día: 87,2 km y 1.758 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Día 5, de Montserrat a Cervera (04/05/2022)
Cuando me pongo en marcha la niebla cubre el valle a mis pies mientras que el monasterio y en general la parte central del macizo de Montserrat están despejadas, creando un bonito efecto.

El Camí de Sant Jaume deja el monasterio siguiendo una carretera que avanza a media ladera de la montaña hacia el collado de Can Maçana. De hecho toda la etapa de hoy se caracterizará por ser mayoritariamente por asfalto, prácticamente el 95% del recorrido. Poco después de empezar se pasa por la pequeña abadía de Santa Cecilia que en realidad es el primer monasterio que se fundó en la montaña de Montserrat en el siglo X y dio origen al conjunto monacal actual.
Unos kilómetros más y llego a Can Maçana, un collado en el que hay un edificio que fue hostal durante siglos gracias a su ubicación en un cruce estratégico de caminos. Desde allí sigo bajando por carretera y por un tramo de la antigua N-II llego al puerto del Bruc.

En cuanto empiezo a bajar el puerto las flechas amarillas me dirigen a un sendero que desciende entre pinares hasta que enlaza de nuevo con otra carretera por la que se cruza la autovía A2 por un puente elevado y, pasando junto a algunos viñedos, se llega a Castellolí, donde paro a desayunar.

Siete kilómetros más de asfalto me dejan a las puertas de Igualada, ciudad a la que se entra atravesando una gran zona industrial. Al llegar al centro busco un taller de bicicletas para solucionar un pequeño problema mecánico y, mientras me la reparan, aprovecho para tomar un café. Una vez arreglado continúo la travesía de la ciudad hasta que ya en las afueras paso por la ermita de Sant Jaume Sesoliveres, dedicada como el nombre indica a Santiago y rodeada de algunos olivos.
Continúo cruzando una urbanización y por diversos caminos y carreteras hasta que al atravesar por un puente de nuevo la autovía veo a mis espaldas por última vez la silueta tan característica de la montaña de Montserrat. Al otro lado de este puente empieza un carril bici que me acompañaría durante los siguientes 12 kilómetros.

Siguiendo el carril bici paso por el pequeño núcleo de Sant Genís formado por cuatro o cinco masías alrededor de una iglesia.

Mientras cerca ruge el tráfico de la autovía yo continúo por este cómodo carril y atravieso un par de pueblos más, Jorba y Santa María del Camí. Pasado éste último se acaba el carril bici y se continúa durante un breve trecho por una pista entre árboles que cambia brevemente la monotonía del asfalto hasta desembocar de nuevo en la antigua N-II.

Por esta carretera se inicia el ascenso al Alto de la Panadella. Durante muchísimos años fue la vía de comunicación principal entre Barcelona y Lleida hasta que la apertura de la autovía en 2004 dejó este tramo prácticamente en desuso. Sorprende enormemente que durante los cinco kilómetros de ascenso solo me he cruzado con un camión y un par de coches cuando hasta no hace demasiado tiempo tenía una densidad de tráfico altísima. ¡La de veces y veces que habré hecho horas de caravana subiendo a La Panadella un domingo por la tarde de vuelta de los Pirineos!
Tras una subida que esperaba más dura pero que es relativamente suave llego al puerto y empiezo el descenso que no se hace por la carretera sino por una preciosa pista que serpentea entre cultivos y bosques hasta Pallerols.

En esta pequeña aldea hay una iglesia del siglo XI dedicada a Sant Jaume con una estatua de Santiago Peregrino en la fachada. Parece ser que la devoción jacobea en el pueblo es tal que cada primer sábado de octubre se celebra un encuentro de peregrinos del Camino de Santiago.

Poco antes de llegar a Cervera hay un tramo totalmente diferente al resto de la jornada. Por pistas agrícolas y senderos se recorre una zona boscosa desde la que se tiene una buena vista de los campos de cereal circundantes. En algunos momentos no es ciclable y hay que arrastrar la bici pero vale mucho la pena para variar de tanto asfalto.

Y al fin llego a Cervera, ciudad situada en un alto por lo que hay que hacer un último esfuerzo para llegar a su parte antigua amurallada.

Cervera tiene un bonito centro histórico en el que destaca el edificio de la antigua universidad frente al cual me alojo y termino una etapa más.

Balance del día: 68,3 km y 957 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
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