Los primeros kilómetros del día son por asfalto y abundan los viñedos, ya que aquí se producen vinos de la denominación de origen Empordà. Este territorio, en el que empecé a internarme al final de la etapa de ayer y que recorreré durante toda esta jornada, es la Sierra de la Albera, nombre que recibe el macizo oriental de los Pirineos, los últimos contrafuertes montañosos antes de morir en el Mediterráneo. Los collados de esta zona, como el Coll del Pertús, el de Panissars o el de Banyuls, son los de menor altitud de toda la cordillera, y por eso han sido vías de paso entre la Península Ibérica y el resto del continente desde tiempos inmemoriales, siendo atravesados, por ejemplo, por las vías romanas Augusta y Domitia.

Tras seis kilómetros llego al Monasterio de Sant Quirze de Colera, en proceso de restauración y que, como el de Sant Pere de Rodes por donde pasé ayer, perteneció originariamente a la orden benedictina. Pasado el templo se inicia un fuerte ascenso combinando pistas y senderos. Algunos tramos son tan estrechos, invadidos por la maleza, que cuesta pasar.

El entorno continúa siendo mediterráneo, todavía muy diferente a lo que asociaríamos con el paisaje pirenaico típico. El ascenso termina en un alto, el Coll de la Plaja, desde donde me doy cuenta, mirando hacia atrás, que a lo lejos se ve el mar, así que me precipité cuando ayer escribí que desde el Coll de Ses Portes, pasado Llançà, los que vienen del Cantábrico contemplarían por primera vez el Mediterráneo. Es cierto, sin embargo, que desde allí se ve “a tocar”, mientras que desde aquí es una imagen borrosa en la distancia que, además, corresponde al golfo de Roses, al sur de la Península del Cap de Creus, y no a la parte del Mediterráneo, más al norte, donde acabarán finalmente llegando al mar los que finalicen el GR11.
El descenso del Coll de la Plaja es similar a la subida, por una pista que en ocasiones se acorta por tramos de sendero invadidos por la maleza y en los que acabo con algunos arañazos. En mitad de uno de estos senderos se pasa por una pequeña fuente bautizada, acertadamente, como “Fonteta”, que puede traducirse por “fuentecilla”…

El camino sigue descendiendo hasta una gran masía llamada Mas Pils. Al llegar a ella se acaba la pista y me incorporo a la carretera asfaltada que, en dirección norte, en pocos kilómetros me llevaría al Coll de Banyuls, un puerto por el que se cruza a Francia. El GR, sin embargo, sigue en dirección contraria, y durante cinco kilómetros circulo por la carretera rodeado, mayoritariamente, de alcornoques y olivos. El paisaje es bonito, pero caminar por el asfalto caliente se hace duro.

Justo en el punto en el que se abandona por fin la carretera para tomar una nueva pista, se pasa por una casa en cuya puerta, junto al camino, han dejado una mesa con garrafas de agua y un cartelito donde indican que es agua gratuita para los caminantes. Con el calor que hace se agradece mucho el gesto de estas almas caritativas, y me bebo tres o cuatro vasos. Poco después se pasa por una fuente marcada en los mapas como Font de Cadecas, pero que está seca y de la que no mana ni una gota de agua, lo que aún da más valor al gesto de la gente de la casa, ya que esperar encontrar una fuente después de horas andando y que al llegar esté seca, es muy frustrante.
De aquí arranca un tramo de sendero en ascenso y, en cuanto veo una sombra, paro un rato a descansar y a comer un plátano que llevaba. Sigo subiendo y acabo desembocando en Els Vilars, un núcleo de cuatro casas sin ningún servicio, pero donde encuentro una fuente de agua potable.

Luego viene un largo ascenso por una pista forestal por la que se suben dos pequeños altos, primero el Coll de l’Esparraguera, luego desciendo levemente, y a continuación, abandonando la pista y tomando un sendero, corono el segundo, el Coll de la Llosarda, desde donde constato, de nuevo, que se ve el mar en la lejanía, el Golfo de Roses. Paro en el collado a picar unos frutos secos y una barrita energética, ya que hoy no pasaré en toda la etapa por ningún bar o tienda, y mientras estaba allí me cruzo con una pareja que vienen haciendo el GR11 en sentido contrario.

Desde el alto desciendo por un sendero a través de un bosque muy bonito hasta el Mas de Mirapols, una masía abandonada, y sigo luego varios kilómetros por una pista forestal hasta las cercanías del castillo de Requesens, de origen medieval y cuya situación se explica por ser un territorio tradicionalmente de frontera y a la cercanía de los collados del Pertús y de Banyuls para atravesar la cordillera.
La pista rodea el castillo y llega al núcleo de Requesens, que no es realmente un pueblo sino una explotación ganadera y un par de casas más. Hace un tiempo hubo un bar restaurante pero cerró, y lo más que consigo es reponer agua en un grifo que hay en el exterior de una de las casas.

Continúo por pista forestal ascendiendo a un nuevo alto, el último de la jornada. La subida es larga pero progresiva y por el camino se pasa junto a los restos de una avioneta, un DC-6, que se estrelló en 1986 cuando participaba en las labores de extinción de un incendio forestal, falleciendo sus cuatro ocupantes. Una placa los recuerda.

Llego finalmente al alto, el Coll de l’Auleda, desde el que una vez más constato que se ve el mar, aunque esta vez sí creo que se trata del primer punto desde el que los que vienen del Cantábrico pueden contemplar el Mediterráneo. Espero no tener que rectificar de nuevo en la etapa de mañana… Desde el collado, sorprendentemente, no se baja, sino que se sigue ascendiendo por un sendero que avanza por la loma de la montaña hasta coronar una pequeña colina, el Puig dels Falguers, de 774 metros de altitud.

Ya solo quedaban, aparentemente, seis kilómetros de bajada y fáciles hasta el final de la etapa. Sin embargo, se me han hecho particularmente duros, ya que la mayoría eran por un sendero pedregoso y estrecho, con algunos tramos complicados, y estaba bastante cansado. A partir del paso por la ermita de Santa Llúcia la cosa mejora y el camino se hace un poco más ancho. Siguiéndolo entro en La Jonquera, donde termino la jornada. Es un municipio marcado por su posición fronteriza y, aunque el negocio aduanero decayó notablemente desde la entrada de España en la Unión Europea y aún más desde el tratado de Schengen, ha sido remplazada por la intensa actividad comercial, aprovechando la diferencia de precios en muchos productos entre ambos lados de la frontera. Para el senderista es, probablemente, la población menos «pirenaica» de todo el GR11, pero hoy, al llegar, me ha parecido un pequeño paraíso.

Balance del día: 42,9 km y 1.318 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Impresionante segundo día. Maravillosos paisajes. Espero que descanses y cojas fuerzas para la próxima etapa.