Salgo de La Jonquera cruzando por un túnel las infraestructuras de la zona, la autopista AP7, la carretera N-II y las vías del AVE, y enseguida me alejo por una pista que remonta suavemente a través de un alcornocal, un entorno idílico ajeno al bullicio de la población. El ruido del tráfico de coches y camiones, sin embargo, no deja de escucharse hasta que me alejo varios kilómetros.

Luego la pista desciende igual de suavemente y pasa por la ermita de Santa Eugènia. Por lo demás el paisaje continúa dominado por extensos alcornocales para la explotación del corcho. Cuando llevo hechos unos once kilómetros, la pista desemboca en una carretera por la que recorro, en ascenso, otros cuatro kilómetros hasta entrar en La Vajol.

Estos caminos fueron la vía de escape para miles de personas al final de la Guerra Civil española, tanto refugiados anónimos como altos cargos de los gobiernos de la República y de la Generalitat de Catalunya, y la historia de La Vajol está íntimamente relacionada con ese episodio histórico. El presidente de la República, Manuel Azaña, por ejemplo, estuvo instalado un tiempo en una masía de la zona, antes de pasar a Francia. Yo aprovecho para desayunar un bocadillo que también ha sido histórico.

Se continúa brevemente por carretera, entre algunos viñedos, pero enseguida se toma un camino que pasa por la Mina Canta, también conocida como Mina de Negrín, una antigua mina de talco sobre la que se construyó un edificio de hormigón que disimulara su entrada, para ser empleada durante la Guerra Civil para almacenar cuadros del Museo del Prado y lingotes de oro del Banco de España, hasta que fueron trasladados a Francia. Luego continúo, mayoritariamente por senderos, cruzando bosques de alcornoques durante varios kilómetros.

Antes de llegar a Maçanet de Cabrenys se pasa un tramo de bosque particularmente bonito. Cuando finalmente entro en esta población, compro en una panadería un par de yogures, un Aquarius, un plátano y una porción de bizcocho y me lo como todo sentado a la sombra.

Continúo por una pista polvorienta, cruzando interminables bosques en los que sigue predominando el alcornoque, hasta tomar un sendero que desemboca junto a un bar-restaurante aislado, el Molí d’en Robert, donde paro a tomar un café y un helado. El restaurante, como su nombre indica, ocupa un antiguo molino que estaba situado a la orilla de un riachuelo cuya corriente debía moverlo. Tras cruzar ese río hay que remontar por el otro lado del valle durante varios kilómetros por una pista con muy poca sombra, y con el calor de las tres de la tarde se me ha hecho muy duro. Al contrario que los días anteriores, hoy no sopla el viento para ayudar a hacer más soportable el calor. El ascenso termina en un alto, el Coll d’Oliveda.

Aunque se desciende levemente, enseguida se empieza la ascensión a un nuevo alto, la Collada de la Trilla. Sin embargo, la subida es mucho más amena, ya que se deja la pista y se hace mayoritariamente por senderos por el bosque que, además de ser más bonitos y más divertidos, están casi siempre en sombra. La diferencia de temperatura es abismal. En este bosque noto como la vegetación poco a poco va cambiando y, por primera vez, además de los alcornoques empiezan a predominar los pinos.

Sigo ascendiendo durante varios kilómetros hasta coronar el collado, en el que hay una casa aparentemente abandonada y una pequeña zona de pastos. Desde aquí desciendo, combinando pistas forestales y senderos, hasta Albanyà, aunque una vez en la población todavía me queda andar un kilómetro más hasta el camping Bassegoda Park, donde dormiré hoy y donde doy por acabada otra larga etapa.

Balance del día: 43,9 km y 1.412 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Tú sí que eres histórico!!! A TOPE💪🏼💪🏼💪🏼💪🏼
y sigues aumentando kilómetros y desnivel… como dice Blanca tú sí que eres histórico!!!
Impressionant!!! Ànims Juan Ramón.
Moltes gràcies Adrià!