El Camino Vadiniense sale de Riaño cruzando el puente de la nacional sobre el embalse. Pero antes, paro brevemente en un mirador en el que hay colocada una foto anterior a la demolición de los pueblos que iban a ser inundados por el pantano, en la que se ve como las casas del Riaño original estaban justo debajo del puente. Impresiona.

Al otro lado del puente hay dos opciones señalizadas, seguir por la carretera, que era la única posibilidad hasta 2021, y una alternativa que evita el asfalto subiendo y bajando un montículo. Yo opto por la segunda, que arranca por una pista que va bordeando el embalse a través de un pinar.

La pista da paso a un sendero que asciende fuertemente a través de un bosque muy bonito en el que hay algunos ejemplares de roble espectaculares. Son unos doscientos metros de desnivel en menos de dos kilómetros, la única subida con una cierta entidad que queda en todo el Camino Vadiniense. De hecho, si en la etapa de ayer escribí que entre la Horcada de Valcavao y Mansilla se las Mulas solo se ascendían 400 metros en 115 kilómetros, este ascenso supone la mitad de todo ese desnivel.

Una vez arriba, la pendiente se suaviza y hay una vista magnífica de las torres de piedra de los alrededores. Coincido con grupos de excursionistas que se dirigen al monte principal de la zona, el Pico Gilbo. Yo cruzo una cancela para ganado e inicio el descenso por un bosque en el que hay caballos pastando.

Superada la chincheta llego al pequeño núcleo de Horcadas y conecto con la nacional, la misma carretera por la que había salido de Riaño, por cuyo arcén he de caminar los próximos tres kilómetros. En este tramo voy bordeando el pantano, ya que el ascenso que he realizado ha servido para cruzar una especie de península que se adentra en el embalse, con lo que al bajar por el otro lado vuelvo a estar en la orilla.
Cuando llego a la presa del embalse, la carretera se adentra en un túnel y, curiosamente, el Camino de Santiago también pasa por ahí. Afortunadamente hay una acera para los peatones. Al otro extremo del túnel la carretera cruza sobre la presa, pero el Camino Vadiniense no sigue por ahí sino que se desvía por una vía de servicio que desciende hasta el fondo del valle.

Habiendo dejado atrás definitivamente el pantano, tengo mi primer contacto con el Esla, el río que me va a acompañar en todo lo que queda hasta Mansilla de las Mulas. En los primeros kilómetros, por una pista herbosa, coincido con marcas de un GR y veo que es el “GR1 Sendero Histórico Ampurias-Finisterre”. No está nada mal, el recorrido ha de ser espectacular…
Durante casi todo lo que queda de etapa, el Camino circula por una orilla del río mientras que las poblaciones y la carretera que las une están en la orilla opuesta. Por eso, al pasar frente a Las Salas me desvío momentáneamente del Camino para cruzar por un puente y entrar en el pueblo a buscar un bar en el que desayunar. Aunque constato que el que escribió que el bar está “a 80 metros” acortó bastante para que a nadie le diera pereza salirse del camino e ir, porque según Google Maps hay 350. De todas formas, el pincho de tortilla que me he comido justificaba el rodeo, estaba espectacular.

Tras cruzar de nuevo el puente prosigo por la Calzada Romana del Esla, un tramo de camino que se considera que tiene sus orígenes en una vía romana. El tipo de firme no varía en exceso del que había recorrido antes de Las Salas, solo la presencia de algunas zonas con restos de empedrado atestiguan su pasado histórico. Romano o no, el recorrido sigue siendo muy bonito.

Una hora después paso por la ermita de Nuestra Señora de Pereda. Aquí la calzada queda interrumpida y hay un tramo por una carretera local hasta llegar frente a Crémenes, donde se recupera, aunque antes paro un rato a descansar a la sombra, tirado en un banco. Continúo, y en los siguientes kilómetros sigo viendo restos de empedrado de la antigua calzada.

Más adelante el camino sube a un pequeño montículo para acortar en un meandro del río y pasa por un corte en la roca conocido como “La Entrecisa”. Luego, antes de descender hasta el fondo del valle, hay un tramo espectacular con la calzada colgada en la ladera de la montaña.

Los kilómetros van pasando, siempre cerca de la orilla del Esla. Hay un momento en el que el sendero desemboca en una carretera nacional que hay que cruzar para proseguir por el otro lado. A pocos metros de ese punto hay un bar-restaurante en la carretera, en el que paro a hidratarme y picar algo. Después sigo, ahora por una pista que atraviesa algunas extensiones agrícolas y que acaba en Verdiago, donde cruzo el río por un puente.

Para lo simple que suena, kilómetros y kilómetros siguiendo el curso del río Esla, el paisaje es sorprendentemente variado y nada monótono. Hay tramos boscosos, otros agrícolas, otros de vegetación de ribera, pistas anchas, senderos invadidos por la hierba… Hasta se pasa por una antigua mina de hierro, explotada en el siglo XIX, de la que surge agua ferruginosa de color rojizo.
Y, para más variedad aún, al pasar por Alejico coincido con un campeonato de España de kayak, aunque cuando llego ya están en la entrega de premios.

En los últimos kilómetros antes de acabar la etapa en Cistierna, el Camino Vadiniense atraviesa las ruinas del Complejo Minero Vegamediana, el esqueleto abandonado de lo que fue una enorme instalación industrial ligada a la minería del carbón y motor económico de toda la comarca. He dudado de si poner estas fotos, pero la realidad es que el Camino pasa por ahí, forma parte de la ruta. Y no sé que es más sorprendente, que las flechas amarillas nos hagan pasar por este escenario post-apocalíptico o que las vacas pasten tranquilamente entre las ruinas…
Y por lo que fue el puente del ferrocarril que sacaba el carbón del complejo industrial, ahora reconvertido en puente peatonal, cruzo el Esla una vez más, y siguiendo las antiguas vías llego al centro de Cistierna.

Balance del día: 37,8 km y 376 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación: