GR11, la Transpirenaica a pie: día 18, de Pineta al Refugio de Góriz (07/10/25)

Los primeros dos kilómetros del día son plácidos, un paseo por el fondo del valle del Pineta. Los carteles confirman que he entrado en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

El paseo se termina en un punto en el que se inicia la ascensión al Collado de Añisclo, la “madre” de todos los collados de la transpirenaica, probablemente el más temido por todos los que recorren el GR11, tanto por los que vienen del Cantábrico, porque hay que bajarlo, como por los que venimos del Mediterráneo, que hemos de subirlo.

Al principio se atraviesa un hayedo por un sendero que tiene tramos con mucha pendiente, combinado con otros más llevaderos. Enfrente, cuando los árboles se abren, veo el Collado de Las Coronetas, desde el que ayer contemplaba esta subida, sin ver muy claro por dónde se debía ascender.

La sensación es como subir una escalera interminable, y hay tramos tan verticales que hay que ayudarse con las manos. En el más complicado se ha instalado una cadena para sujetarse.

Aunque estos tramos existen, en la mayoría se puede caminar con normalidad, con la única dificultad de la fuerte pendiente. Una particularidad de este collado, comparado con muchos otros que se ascienden en el GR11, es que permanentemente se ve el fondo del valle, de donde procedo, y eso aumenta la sensación de subida inacabable.

Más arriba el hayedo deja paso a pinos y abetos, y poco después ya desaparecen los árboles y solo quedan las praderas de alta montaña. Cuando ya llevaba superados tres cuartos del desnivel, me cruzo con un grupo bastante numeroso que bajan el puerto. Son valencianos haciendo un tramo del GR11.

En los últimos metros de ascenso la pendiente aumenta considerablemente. Hace unos días, cenando en el refugio de Colomers, debatíamos con otros montañeros si era más duro ascender o descender el Collado de Añisclo. Ahora que estoy terminando de subirlo, a pesar de lo que me está costando, miro abajo y creo que descender sería aún peor.

Por fin corono el collado. Han sido 1.150 metros de desnivel en apenas cuatro kilómetros, y me ha costado nada menos que cuatro horas !un mísero kilómetro por hora! Paro a descansar y aprovecho para comerme un bocadillo que me he preparado en el bufet del desayuno del parador. Por un lado sigo viendo el fondo del Valle de Pineta y por el otro una profunda hendidura en el terreno, el Cañón de Añisclo.

Desde aquí se me presentan dos opciones. El GR11 desciende hasta un lugar llamado Fuen Blanca para posteriormente remontar de nuevo hasta el Collado de Arrablo, cercano al refugio de Góriz. Existe una variante, el GR11.9, que en lugar de bajar y volver a subir se mantiene a alturas entre 2.500 y 2.700 metros por la ladera de una montaña, el Pico de las Olas, hasta llegar al mismo Collado de Arrablo. Esta opción, conocida como la de La Faja de las Olas, es más directa pero también más “montañera” y se desaconseja con nieve, hielo o lluvia. Hoy hace un día fantástico, así que decido tomar esta alternativa.

Para seguirla, en lugar de empezar a bajar desde el Collado, hay que seguir subiendo un poco más. El itinerario se dirige al Pico de las Olas y, de lejos, parece que por ahí no se puede pasar fácilmente, pero sorprendentemente se abre camino. 

En un chorro que cae de una pared paro a reponer agua y tomarme un gel energético. Hay un tramo con un cable y más adelante otro con una cadena, pero se pasa bien. Sirven de ayuda, pero no hay sensación de peligro.

Pasado el tramo de cadenas, el sendero ya deja de subir y continúa rodeando la montaña por su ladera, sin ganar ni perder altura, siguiendo lo que es propiamente la Faja de las Olas, un término que hace referencia a una cornisa natural entre capas de roca de distinta naturaleza, de forma que hay una pequeña franja horizontal en una pared casi vertical. El paisaje es impresionante. A mis pies tengo la profunda hendidura del Cañón de Añisclo y, a lo lejos, un embalse que no sé identificar.

A medida que voy girando alrededor del Pico de las Olas y cambiando de vertiente, veo otra profunda hendidura en la roca en el terreno, es el Cañón de Ordesa, que he de descender mañana.

Cuando por la Faja he dado 180° alrededor de la montaña, el sendero empieza a descender. Un grupo de sarrios, como suele llamarse por aquí a lo que en otros lugares se conoce como rebecos, me observan curiosos.

Sigo descendiendo por un entorno fabuloso y, tras cruzarme con otro grupo de sarrios, llegó al Collado de Arrablo, donde la variante que he seguido confluye con el GR11 principal.

Ya solo quedan un par de kilómetros hasta finalizar la etapa en el refugio de Góriz, a los pies del Monte Perdido. Por el camino puedo fotografiar, ¡por fin!, una marmota. Llevo viéndolas desde que empecé las etapas de alta montaña, pero son muy esquivas y no había conseguido inmortalizar ninguna hasta ahora. En muchas ocasiones ni siquiera se ven, pero se escuchan, ya que emiten un sonido característico, una especie de silbido. Con dos encuentros con animales, sarrios y marmotas, acabo otra etapa espectacular.

Balance del día: 14,5 km y 1.445 m de desnivel positivo acumulado.

Puedes ver el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:

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