Hoy toca cruzar la segunda de las barreras montañosas que separan la Meseta de Galicia, la sierra de los Ancares. Los primeros diez kilómetros son de “aproximación”, remontando el curso del río Valcarce por un carril paralelo a la antigua N-VI o por una carretera local sin tráfico. En este tramo el ascenso es suave y en el último pueblo antes de empezar la subida “de verdad”, Las Herrerías, paro a tomar un café. Y aunque había desayunado hacía menos de una hora no he podido resistir el brownie de chocolate casero que tenían, necesitaba un extra de energía para lo que me esperaba a continuación…
En estos primeros kilómetros llovía ligeramente pero después de la pausa había parado casi del todo. Un par de kilómetros después de Las Herrerías un desvío a la izquierda marca el inicio de la ascensión. En este punto la mayoría de ciclistas siguen por la carretera pero en mi caso, como hago habitualmente, prefiero seguir el camino original. De todas formas la subida por asfalto también es durísima.

El ascenso se puede dividir en tres partes. En esta primera se circula por un sendero por el bosque con algunos tramos de mucha pendiente y piedras sueltas que son dificilmente ciclables con una bici cargada. Depende, claro está, de la forma de cada uno. En mi caso he tenido que arrastrar la bici en algunos momentos. En poco menos de dos kilómetros se llega a la aldea de La Faba.

Tras La Faba la segunda parte tiene menos pendiente y el sendero es más liso y sin tanta piedra. A partir de aquí todo es ciclable. Se sube entre pastos y con bonitas vistas de las montañas de alrededor. En dos kilómetros se llega a Laguna de Castilla, el último pueblo castellano-leonés por el que pasaré en este camino. Allí paro un rato a reponer fuerzas como muchos de los peregrinos a pie o en bicicleta con los que coincido.

Inicio la tercera y última parte subiendo entre pastos y un kilómetro después… ¡Galicia! Momento muy emocionante que me hace tomar consciencia de todo lo recorrido desde que salí del Cap de Creus y de lo poco que queda para llegar a Santiago, en primer lugar, y a Fisterra después.

Enseguida aparece el primer mojón de la Xunta que indica que quedan 160,948 km a Santiago. Nunca deja de sorprenderme que utilicen tres decimales de precisión. Un último esfuerzo y entro en O Cebreiro, la pequeña aldea en la que finaliza el ascenso.

O Cebreiro, aparte del simbolismo de ser la primera localidad que se pisa al entrar en Galicia, es también un lugar clave en la recuperación del Camino de Santiago en la época moderna. Fue Elías Valiña, párroco de esta aldea, quien en los años 80 del siglo pasado empezó a trabajar para reactivar las peregrinaciones jacobeas para lo cual tuvo la idea de señalizar el itinerario desde Francia y para ello empleó unas sobras de pintura amarilla que le cedieron en unas obras de carretera. Así nacieron las flechas y por eso son del color que son.

A partir de aquí el itinerario sigue bajando y subiendo constantemente por bonitos caminos entre bosques. A unos tres kilómetros se sube un segundo alto, el de San Roque, en el que hay una enorme estatua de un peregrino andando contra el viento. Unos kilómetros después y tras una dura rampa final se llega a un tercer alto, el del Poio, en el que hay un par de bares y donde paro a comer un pincho de tortilla mientras las gallinas picotean a mi alrededor.

Tras tres altos consecutivos, Cebreiro, San Roque y do Poio, viene por fin, ahora sí, una larga bajada de casi doce kilómetros, siempre serpenteando a través de verdes colinas, hasta llegar a Triacastela. El tiempo, muy gallego, es cambiante durante todo el día, pasando de un sol sofocante a lluvia ligera y rachas de viento con una facilidad asombrosa. Aún así no llega a llover seriamente en ningún momento de la etapa.

A la salida de Triacastela hay dos opciones que confluyen de nuevo poco antes de Sarria. Una variante pasa por San Xil y la otra por Samos. La primera es siete kilómetros más corta pero tiene más desnivel y ambas son igual de interesantes. En mi primer camino, en 2013, fui por San Xil y en el segundo, en 2015, por Samos, así que decido que esta vez toca San Xil.
Esta variante sube durante los primeros cinco o seis kilómetros hasta coronar el Alto de Riocabo, el cuarto del día, pasando durante la ascensión por muchos tramos de corredoiras, los caminos de carro tradicionales que unían las aldeas gallegas y que generalmente discurren entre muros de piedra que suelen estar cubiertos de musgo creando estampas preciosas.

Coronado el alto, en cuyo descenso también se pasa por más de una corredoira, voy acercándome a Sarria, el destino del día, parando antes a comer en Pintín, a pocos kilómetros del final.

Sarria está a 113 kilómetros de Santiago y, dado que la norma algo absurda del arzobispado de esta ciudad fija en 100 la distancia mínima que hay que recorrer para conseguir la Compostela, el diploma acreditativo de haber completado la peregrinación, es el lugar de partida elegido mayoritariamente por quien quiere hacer un Camino lo más corto posible. Por eso una de cada cuatro personas que llegan cada año a Santiago a pie lo hacen partiendo de Sarria, y por eso también hay decenas de albergues, pensiones, hoteles y muchos otros servicios para los peregrinos. Yo aprovecho que es mi primera noche en Galicia para disfrutar del primer plato de pulpo, lo justo para ir abriendo boca de lo que me espera mañana en Melide…

Balance del día: 57,8 km y 1.313 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación:
Esos pinchos de tortilla saben a Gloria !!! Y también el pulpo!!!!😋😋😋😋
Que curioso el origen del color de las flechas amarillas.
Ya queda menos💪💪
Muchas gracias, Maite. Ya falta muy poco!