Como era de esperar hoy ha sido un día marcado por la gran presencia de peregrinos que, en las zonas de caminos más estrechos, dificultan mucho la circulación cuando se va en bicicleta. Durante toda la etapa voy avanzando hacia Santiago a través de plácidas zonas rurales de la provincia de Lugo cruzando a menudo pequeñas aldeas de cuatro casas.

Todo el día se combinan tramos por las numerosas carreteras que comunican las aldeas con otros por preciosas corredoiras. Como pasa siempre en Galicia es un constante subir y bajar, y a pesar de no ascender en todo el día ningún “alto” concreto, al final del día habré acumulado casi el mismo desnivel positivo que en la etapa de ayer en la que coroné cuatro, entre ellos el mítico Cebreiro.

En una aldea llamada A Pena paso el mojón que indica que faltan 100 km a Santiago. Curiosamente hasta 2016, y por lo tanto las dos veces que pasé por aquí en mis caminos de 2013 y 2015, esta señal estaba en A Brea, unos dos kilómetros y medio antes de su ubicación actual. Desconozco si el cambio se debe a un cálculo más preciso de la distancia o a modificaciones en el trazado que han alargado el recorrido.
Cuando llevaba hechos 22 kilómetros llego a Portomarín tras cruzar el embalse de Belesar en el río Miño. Instantes antes, mientras descendía hacia el puente, una ligera lluvia a la vez que lucía el sol me regala un bonito arco iris.

Una vez cruzado el Miño vienen algunas de las subidas más fuertes del día, remontando el valle para alejarse del río. Siempre por bonitas zonas rurales en las que en cada aldea se ven hórreos y pequeñas explotaciones ganaderas.

En algunos momentos había realmente mucha gente. Cuando se va en bicicleta a los peregrinos a pie se los va encontrando por oleadas. Durante una hora o dos se adelantan caminantes aislados y de repente en la hora siguiente se coincide con una multitud que no acaba nunca hasta que desaparecen de nuevo un par de horas y vuelta a empezar. Esto ocurre porque hay unos fines de etapa típicos que aparecen en todas las guías y donde duerme la mayoría de gente. Los peregrinos que salen de uno de esos lugares lo hacen más o menos a la vez, con una diferencia de quizás una hora arriba o abajo, y caminan, en general, a velocidades muy similares, por eso van “en caravana” y cuando en bicicleta se les alcanza se ha de pasar a todo el grueso de los que han partido de un mismo pueblo esa mañana. Luego hay una franja con menos gente hasta que se atrapa a los que han iniciado la etapa en otro punto y así todo el día. Hoy agradecía los tramos en los que el Camino iba paralelo a una carretera porque era donde era más fácil adelantar las “oleadas”.

Los mejores momentos era cuando tenía alguna corredoira para mi solo. Hoy ha habido muchos kilómetros por este tipo de caminos y cuando se puede circular bien son una maravilla.
Ya cerca del final de la etapa cruzo el límite entre las provincias de Lugo y A Coruña.

Pocos kilómetros antes de Melide empieza a llover. Son estas situaciones en las que para lo poco que queda vas tirando y tirando sin parar a ponerte la ropa impermeable esperando que sea solo una lluvia ligera y haya tiempo de llegar al destino y cuando te das cuenta estás empapado. Nada más llegar me recupero con un caldo gallego caliente y un plato de pulpo en A Garnacha, la segunda pulpería más famosa de Melide. Y para terminar café de puchero con unas gotitas de orujo, más gallego imposible…

Y reservo la primera, la célebre Pulpería Ezequiel, para cenar. Claro que cuál es mejor es muy subjetivo y hay opiniones para todos los gustos pero por eso lo mejor es probar las dos y no tener que decidir, como he hecho yo las últimas veces que he pasado por aquí.

Balance del día: 62,6 km y 1.223 m de desnivel positivo acumulado.
Puedes obtener el track en Wikiloc aquí y ver el recorrido realizado en esta animación: